EVANGELIO DEL DÍA Jn 17,11-19: Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.

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EVANGELIO DEL DÍA
Jn 17,11-19: Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

      En el Evangelio de hoy seguimos con la oración sacerdotal de Ntro. Señor, Él oró por sus discípulos y por todos los que creerían en Él. Pidió al Padre que todos fueran “uno”, es decir,  que viviéramos unidos por medio de la caridad. Que lleguemos a amar como ama Dios.

     “Conságralos en la verdad”. Consagrados, llamados, elegidos, ungidos, enviados, en definitiva,  buscando nuestro bien, queriendo nuestra santificación. ¡Dios nos llama a ser santos! En la exhortación apostólica, Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco nos hace todo un llamado a la santidad, en palabras de León Bloy, en la vida “existe una sola tristeza, la de no ser santos” (Gaudete et exsultate, 34), El cristiano está llamado a ser luz, levadura en medio de la masa, hemos de ser fermento, mensajeros, testigos, porque nunca se puede separar la santidad de la misión.

El Papa Benedicto XVI comenta este pasaje evangélico en la homilía del 9 de abril de 2009: “En el Cenáculo, la tarde antes de su pasión, el Señor oró por sus discípulos reunidos en torno a Él, pero con la vista puesta al mismo tiempo en la comunidad de los discípulos de todos los siglos, «los que crean en mí por la palabra de ellos». En la plegaria por los discípulos de todos los tiempos, Él nos ha visto también a nosotros y ha rezado por nosotros. Escuchemos lo que pide para los Doce y para los que estamos aquí reunidos: «Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad». El Señor pide nuestra santificación, nuestra consagración en la verdad. Y nos envía para continuar su misma misión. […] Por tanto, consagrar algo o alguno significa dar en propiedad a Dios algo o alguien, sacarlo del ámbito de lo que es nuestro e introducirlo en su ambiente, de modo que ya no pertenezca a lo nuestro, sino enteramente a Dios. Consagración es, pues, un sacar del mundo y un entregar al Dios vivo. La cosa o la persona ya no nos pertenece, ni pertenece a sí misma, sino que está inmersa en Dios. Un privarse así de algo para entregarlo a Dios, lo llamamos también sacrificio: ya no será propiedad mía, sino suya.

[…]«Conságralos en la verdad»: El Señor pide que Dios mismo los atraiga hacia sí, al seno de su santidad. Pide que los sustraiga de sí mismos y los tome como propiedad suya, […] Y Jesús añade: «Tu palabra es verdad». Por tanto, los discípulos son sumidos en lo íntimo de Dios mediante su inmersión en la palabra de Dios. La palabra de Dios es, por decirlo así, el baño que los purifica, el poder creador que los transforma en el ser de Dios. Y entonces, ¿cómo están las cosas en nuestra vida? ¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento? […] ¿Nos dejamos realmente purificar en nuestro interior por la palabra de Dios?

[…] Conságralos en la verdad, quiere decir, pues, en lo más hondo: hazlos una sola cosa conmigo, Cristo. Sujétalos a mí. Ponlos dentro de mí.

[…] Cuando hablamos del ser consagrados en la verdad, tampoco hemos de olvidar que, en Jesucristo, verdad y amor son una misma cosa. Estar inmersos en Él significa afondar en su bondad, en el amor verdadero. […] Cristo pide para los discípulos la verdadera santificación, que transforma su ser, a ellos mismos; que no se quede en una forma ritual, sino que sea un verdadero convertirse en propiedad del mismo Dios. También podríamos decir: Cristo ha pedido para nosotros el Sacramento que nos toca en la profundidad de nuestro ser. Pero también ha rogado para que esta transformación en nosotros, día tras día, se haga vida; para que en lo ordinario, en lo concreto de cada día, estemos verdaderamente inundados de la luz de Dios.”

            Cada día un reto que se nos ofrece para crecer en la respuesta al amor que Dios nos tiene.

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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