EVANGELIO DEL DÍA Jn 6, 60-69: Tú tienes palabras de vida eterna.

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EVANGELIO DEL DÍA
Jn 6, 60-69: Tú tienes palabras de vida eterna.

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy vemos como algunos de los que siguen a Jesús se escandalizan por sus palabras, lo critican e incluso lo abandonan, y en esa situación nos encontramos con la confesión de fe de Pedro: “¿a donde vamos a ir?, solo Tú tienes palabras de vida eterna”. Pedro experimenta que lo mejor que le ha pasado es estar con Jesús, que nadie ha hablado, ni obrado como él, ha sido testigo de las grandes cosas realizadas por el Señor. “¿Dónde vamos a ir?” Saldríamos perdiendo, solo el Señor sacia la sed que anhela todo corazón humano. Ha experimentado la plenitud y ya no se conforma con migajas de felicidad, solo el Señor nos sacia, nos da vida y colma nuestra sed de amor.

Contamos con el comentario del Papa Benedicto XVI realizado en el ángelus del 23 de agosto de 2009, allí nos entrega toda una catequesis sobre este pasaje evangélico: “Hoy, meditamos la parte conclusiva de este capítulo, en el que el cuarto evangelista refiere la reacción de la gente y de los discípulos mismos, escandalizados por las palabras del Señor, hasta el punto de que muchos, después de haberlo seguido hasta entonces, exclaman: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Desde ese momento «muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él» , y lo mismo sucede continuamente en distintos períodos de la historia. Se podría esperar que Jesús buscara arreglos para hacerse comprender mejor, pero no atenúa sus afirmaciones; es más, se vuelve directamente a los Doce diciendo: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Esta provocadora pregunta no se dirige sólo a los interlocutores de entonces, sino que llega a los creyentes y a los hombres de toda época. También hoy no pocos se «escandalizan» ante la paradoja de la fe cristiana. La enseñanza de Jesús parece «dura», demasiado difícil de acoger y poner en práctica. Hay entonces quien la rechaza y abandona a Cristo; hay quien intenta «adaptar» su palabra a las modas de los tiempos desnaturalizando su sentido y valor. «¿También vosotros queréis marcharos?». Esta inquietante provocación resuena en nuestro corazón y espera de cada uno una respuesta personal; es una pregunta dirigida a cada uno de nosotros. Jesús no se conforma con una pertenencia superficial y formal, no le basta con una primera adhesión entusiasta; al contrario, es necesario tomar parte durante toda la vida «en su pensar y en su querer». Seguirlo llena el corazón de alegría y da pleno sentido a nuestra existencia, pero implica dificultades y renuncias porque con mucha frecuencia se debe ir a contracorriente.

«¿También vosotros queréis marcharos?». A la pregunta de Jesús, Pedro responde en nombre de los Apóstoles, de los creyentes de todos los siglos: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Queridos hermanos y hermanas, también nosotros podemos y queremos repetir en este momento la respuesta de Pedro, ciertamente conscientes de nuestra fragilidad humana, de nuestros problemas y dificultades, pero confiando en la fuerza del Espíritu Santo, que se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesús. La fe es don de Dios al hombre y es, al mismo tiempo, confianza libre y total del hombre en Dios; la fe es escucha dócil de la palabra del Señor, que es «lámpara» para nuestros pasos y «luz» en nuestro camino. Si abrimos con confianza el corazón a Cristo, si nos dejamos conquistar por él, podemos experimentar también nosotros, como por ejemplo el santo cura de Ars, que «nuestra única felicidad en esta tierra es amar a Dios y saber que él nos ama». Pidamos a la Virgen María que mantenga siempre viva en nosotros esta fe impregnada de amor, que hizo de ella, humilde muchacha de Nazaret, la Madre de Dios y madre y modelo de todos los creyentes.”

No tengamos miedo en ofrecerle a Dios nuestra vida como una ofrenda agradable a su santo Nombre, seamos agradecidos y respondamos con lo mejor de nosotros mismos a Él , como dice el Salmo: ¿Cómo pagare al Señor todo el bien que me ha hecho?

Es sábado día especial para acudir a la escuela de Ntra. Madre María. Ella si hizo de toda su vida una ofrenda, una entrega, un SI a la voluntad de Dios.

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

Jesús Aguilar Mondéjar
Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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