EVANGELIO DEL DÍA: Mc 4, 35-41: Se levantó una fuerte tempestad.

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EVANGELIO DEL DÍA:
Mc 4, 35-41: Se levantó una fuerte tempestad.

Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

El evangelio de la tempestad calmada. “Se levantó una fuerte tempestad…” Hay en momentos en la vida donde todo se nos tambalea, parece que nos hundimos, que nos arrancan la esperanza, que todo se desmorona, situaciones difíciles como la perdida del ser querido, una enfermedad grave, penurias económicas, catástrofes, accidentes, calumnias, mentiras, falsedades… y podríamos seguir enumerando en la lista.

En el pasaje evangélico vemos como el Señor corrige a los discípulos porque muestran miedo, y esto lo une a una falta de fe. ¿dónde esta nuestra confianza en Él?. A veces nos parece que el Señor se duerme y que las olas amenazan con hundirnos. Pero Él va con nosotros y nada tenemos que temer. No podemos ser hombres y mujeres de poca fe, no debemos desconfiar de la fuerza de Dios en nosotros. Una fe que debe superar el miedo, el desánimo y la desconfianza. ¿Aún no tenéis fe?

Acudo al Papa Francisco, que en el ángelus del 9 de agosto de 2020, nos ofrece una catequesis sobre el pasaje evangélico: “Durante la travesía nocturna del lago, la barca de los discípulos se queda bloqueada por una repentina tormenta de viento. Esto es habitual, en el lago. […] Esta historia es una invitación a abandonarnos con confianza en Dios en todo momento de nuestra vida, especialmente en el momento de la prueba y la turbación. Cuando sentimos fuerte la duda y el miedo parece que nos hundimos, en los momentos difíciles de la vida, donde todo se vuelve oscuro, no tenemos que avergonzarnos de gritar, como Pedro: «¡Señor, sálvame!». Llamar al corazón de Dios, al corazón de Jesús: «¡Señor, sálvame!». ¡Es una bonita oración! Podemos repetirla muchas veces: «¡Señor, sálvame!». […] Tener fe quiere decir, en medio de la tempestad, tener el corazón dirigido a Dios, a su amor, a su ternura de Padre. Jesús quería enseñar esto a Pedro y a los discípulos, y también hoy a nosotros.  En los momentos oscuros, en los momentos de tristeza, Él sabe bien que nuestra fe es pobre —todos nosotros somos gente de poca fe, todos nosotros, yo también, todos— y que nuestro camino puede ser perturbado, bloqueado por fuerzas adversas. ¡Pero Él es el Resucitado! No olvidemos esto: Él es el Señor que ha atravesado la muerte para ponernos a salvo. Incluso antes de que nosotros empecemos a buscarlo, Él está presente junto a nosotros. Y levantándonos de nuestras caídas, nos hace crecer en la fe. Quizá nosotros, en la oscuridad, gritamos: “¡Señor! ¡Señor!”, pensando que está lejos. Y Él dice: “¡Estoy aquí!”. ¡Ah, estaba conmigo! Así es el Señor.
La barca a merced de la tormenta es la imagen de la Iglesia, que en todas las épocas encuentra vientos contrarios, a veces pruebas muy duras: pensemos en ciertas persecuciones largas y amargas del siglo pasado, y también hoy, en algunas partes. En esas situaciones, puede tener la tentación de pensar que Dios la ha abandonado. Pero en realidad es precisamente en esos momentos que resplandece más el testimonio de la fe, el testimonio del amor, el testimonio de la esperanza. Es la presencia de Cristo resucitado en su Iglesia que dona la gracia del testimonio hasta el martirio, del que brotan nuevos cristianos y frutos de reconciliación y de paz por el mundo entero.
La intercesión de María nos ayude a perseverar en la fe y en el amor fraterno, cuando la oscuridad y las tempestades de la vida ponen en crisis nuestra confianza en Dios.”

Como cada sábado, la iglesia nos invita a honrar a nuestra Madre la Santísima Virgen María, sabemos que ella nos ayuda y nos acompaña para crecer en el amor de su Hijo, con María a Jesús.

Que tengas un buen día.
J.A.M.(Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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