EVANGELIO DEL DÍA:
Mt 11,2-11: No ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista.
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.» Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Nos encontramos en el tercer domingo del tiempo de Adviento, llamado domingo “Gaudete”, esa antífona tomada del apóstol San Pablo en su carta a los Filipenses, Flp 4,4-5: “Gaudete in Domino semper…” “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.” Domingo que se nos invita a la ALEGRÍA. Pero no cualquier tipo de alegría, nos referimos al GOZO que se centra y nace de Dios, nuestra alegría es Dios mismo, la raíz profunda es el DIOS-CON-NOSOTROS. Dios que viene a salvarnos, éste es el motivo de la alegría, Dios toma nuestra naturaleza humana y nos da la participación en la naturaleza divina. La alegría cristiana brota de esta certeza: Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros. Por eso en la segunda lectura de este domingo escucharemos la invitación del apóstol Santiago: “Tengan paciencia y anímense porque la venida del Señor está próxima”.
Recurro a la catequesis dada por el Papa Francisco sobre este pasaje evangélico en el ángelus del 11 de diciembre de 2016: “El sabor de la verdadera alegría. Es una alegría que toca lo íntimo de nuestro ser, mientras que esperamos a Jesús, que ya ha venido a traer la salvación al mundo, el Mesías prometido, nacido en Belén de la Virgen María. La liturgia de la Palabra nos ofrece el contexto adecuado para comprender y vivir esta alegría. Isaías habla de desierto, de tierra árida, de estepa; el profeta tiene ante sí manos débiles, rodillas vacilantes, corazones perdidos, ciegos, sordos y mudos. Es el cuadro de una situación de desolación, de un destino inexorable sin Dios.
Pero finalmente la salvación es anunciada: «¡Ánimo, no temáis! —dice el profeta— […] Mirad que vuestro Dios, […] Él vendrá y os salvará». Y enseguida todo se transforma: el desierto florece, la consolación y la alegría inundan los corazones. Estos signos anunciados por Isaías como reveladores de la salvación ya presente, se realizan en Jesús. Él mismo lo afirma respondiendo a los mensajeros enviados por Juan Bautista. ¿Qué dice Jesús a estos mensajeros? «Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan». No son palabras, son hechos que demuestran cómo la salvación traída por Jesús, aferra a todo el ser humano y le regenera. Dios ha entrado en la historia para liberarnos de la esclavitud del pecado; ha puesto su tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, curar nuestras llagas, vendar nuestras heridas y donarnos la vida nueva. La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de Dios.
Estamos llamados a dejarnos llevar por el sentimiento de exultación. […] La alegría del corazón, la alegría dentro que nos lleva adelante y nos da el valor. El Señor viene, viene a nuestra vida como libertador, viene a liberarnos de todas las esclavitudes interiores y exteriores. Es Él quien nos indica el camino de la fidelidad, de la paciencia y de la perseverancia porque, a su llegada, nuestra alegría será plena.
La Navidad está cerca, los signos de su aproximarse son evidentes en nuestras calles y en nuestras casas; […] Estos signos externos nos invitan a acoger al Señor que siempre viene y llama a nuestra puerta, llama a nuestro corazón, para estar cerca de nosotros. Nos invitan a reconocer sus pasos entre los de los hermanos que pasan a nuestro lado, especialmente los más débiles y necesitados.
Hoy estamos invitados a alegrarnos por la llegada inminente de nuestro Redentor; y estamos llamados a compartir esta alegría con los demás[…] Que la Virgen María, la «sierva del Señor», nos ayude a escuchar la voz de Dios en la oración y a servirle con compasión en los hermanos, para llegar preparados a la cita con la Navidad, preparando nuestro corazón para acoger a Jesús.”
Que tengas un feliz domingo.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.