EVANGELIO DEL DÍA:
Mt 13,10-17: ¿Por qué les hablas en parábolas?
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:
– ¿Por qué les hablas en parábolas?
El les contestó:
– A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los Cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:
«Oiréis con los oídos sin entender;
miraréis con los ojos sin ver;
porque está embotado el corazón de este pueblo,
son duros de oído, han cerrado los ojos;
para no ver con los ojos, ni oír con los oídos,
ni entender con el corazón,
ni convertirse para que yo los cure».
Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy le plantean al Señor la pregunta ¿Por qué les hablas en parábolas? Por parábolas concebimos: ese genero de expresión que utilizaba el Señor para hacerse entender, tomaba imágenes de la vida diaria, cotidiana y normalmente quería con esos relatos desvelar cosas mayores e interpelar la vida de los oyentes. La contestación que nos da Joseph Ratzinger en el libro de Jesús de Nazaret es la siguiente: “Jesús no quiere transmitir unos conocimientos abstractos que nada tendrían que ver con nosotros en lo más hondo. Nos debe guiar hacia el misterio de Dios, hacia esa luz que nuestros ojos no pueden soportar y que por ello evitamos. Para hacérnosla más accesible, nos muestra cómo se refleja la luz divina en las cosas de este mundo y en las realidades de nuestra vida diaria. A través de lo cotidiano quiere indicarnos el verdadero fundamento de todas las cosas y así la verdadera dirección que hemos de tomar en la vida de cada día para seguir el recto camino. Nos muestra a Dios, no un Dios abstracto, sino al Dios que actúa, que entra en nuestras vidas y nos quiere tomar de la mano. A través de las cosas ordinarias nos muestra quienes somos y qué debemos hacer en consecuencia; nos transmite un conocimiento que nos compromete, que no solo nos trae nuevos conocimientos, sino que cambia nuestras vidas. Es un conocimiento que nos trae un regalo: Dios esta en camino hacia ti. Pero es también un conocimiento que plantea una exigencia: cree y déjate guiar por la fe” (Jesús de Nazaret, primera parte, p.80).
El Papa Francisco en los puntos dedicados a la homilía de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, recomienda aprender del lenguaje de Ntro. Señor de las parábolas y nos invita: “Uno de los esfuerzos más necesarios es aprender a usar imágenes en la predicación… las imágenes, en cambio, ayudan a valorar y aceptar el mensaje que se quiere transmitir. Una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida. Una imagen bien lograda puede llevar a gustar el mensaje que se quiere transmitir, despierta un deseo y motiva a la voluntad en la dirección del Evangelio”. (Evangelii Gaudium, 157).
También hoy recordamos a los abuelos de Jesús. Una antigua tradición atribuye los nombres de Joaquín y Ana a los padres de la Virgen María. El nombre de Ana significa “gracia, amor, plegaria” y Joaquín el nombre significa “el hombre a quién Dios levanta”. Desde los primeros tiempos de la iglesia ambos fueron honrados en Oriente; después se les rindió culto en toda la cristiandad. Todo lo que se conoce de ellos, incluso sus nombres, procede de la literatura apócrifa. Sufrieron mucho por no tener descendencia, suplicaron verse libres de las afrentas y que retirase de ellos la maldición de la esterilidad y prometiéndole dedicar su descendencia si Dios lo veía bien concederle entregársela a su servicio. Esta historia se repite con frecuencia en el Antiguo Testamento, se parece a la concepción de Samuel, cuya madre se llamaba también Ana.
Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.