EVANGELIO DEL DÍA: Mt 13,44-46: El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido.

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EVANGELIO DEL DÍA:
Mt 13,44-46: El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy nos encontramos con las parábolas del tesoro escondido y de la perla. Las dos parábolas están en función de una enseñanza común: actitud ante el descubrimiento del reino de Dios. La alegría que produce el hallazgo y que les impulsa a desprenderse de todo, la experiencia de S. Pablo lo recoge muy bien: “Todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo”. Quien ha tenido la experiencia que Dios le ama, se da cuenta que la vida en su amor y corresponder a tanto amor, es lo que merece la pena vivirse. Es vivir la experiencia del enamorado, igual que él, no siente que ha renunciado al resto de seres vivos por su amada, y no vive este dejar como una carga, el creyente no vive como renuncia todo lo que debe dejar para el seguimiento, solo desea complacer y agradar al amado, podemos entender las confesiones de los santos: solo quiere vivir en Cristo y para Cristo.

Una vez más acudo a la reflexión del P. Francisco realizada en el Ángelus del 30 de julio de 2017: “el tesoro escondido, la perla preciosa […] Me detengo en las dos primeras que subrayan la decisión de los protagonistas de vender cualquier cosa para obtener eso que han descubierto. En el primer caso se trata de un campesino que casualmente tropieza con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo de su propiedad debe adquirirlo si quiere poseer el tesoro: por tanto decide arriesgar todos sus bienes para no perder esa ocasión realmente excepcional. En el segundo caso encontramos un mercader de perlas preciosas; él, experto conocedor, ha identificado una perla de gran valor. También él decide apostar todo a esa perla, hasta el punto de vender todas las demás.

Estas similitudes destacan dos características respecto a la posesión del Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. Es verdad que el Reino de Dios es ofrecido a todos —es un don, es un regalo, es una gracia— pero no está puesto a disposición en un plato de plata, requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar. La actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón queme desde el deseo de alcanzar el bien precioso, es decir el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un giro decisivo a nuestra vida, llenándola de significado.

Frente al descubrimiento inesperado, tanto el campesino como el mercader se dan cuenta de que tienen delante una ocasión única que no pueden dejar escapar, por lo tanto venden todo lo que poseen. La valoración del valor inestimable del tesoro, lleva a una decisión que implica también sacrificio, desapegos y renuncias. Cuando el tesoro y la perla son descubiertos, es decir cuando hemos encontrado al Señor, es necesario no dejar estéril este descubrimiento, sino sacrificar por ello cualquier otra cosa. No se trata de despreciar el resto, sino de subordinarlo a Jesús, poniéndole a Él en el primer lugar. La gracia en el primer lugar. El discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo esencial; es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que solo el Señor puede donar. Es la alegría evangélica de los enfermos sanados; de los pecadores perdonados; del ladrón al que se le abre la puerta al paraíso.

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de aquellos que se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. Hoy somos exhortados a contemplar la alegría del campesino y del mercader de las parábolas. Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma el corazón y nos abre a la necesidad y a la acogida de los hermanos, especialmente de aquellos más débiles.”

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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