EVANGELIO DEL DÍA: Mt 22,34-40: Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

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EVANGELIO DEL DÍA:
Mt 22,34-40: Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
El le dijo:
-«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser».
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
-«Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

El Evangelio de hoy nos presenta el amor como el compendio de toda la Ley divina. Ante la pregunta del doctor de la ley: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?” El Señor une el amor a Dios con el amor al prójimo, no se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios, el amor es la medida de la fe, nos ofrece el criterio fundamental sobre el que edificar la misma vida. Amar sin medida, siguiendo el amor de nuestro Señor. “A nadie debáis nada más que amor, porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley”, nunca se da por satisfecho, porque siempre puede crecer más. El amor es nuestra brújula, es lo primero y lo más grande.

El Papa Benedicto XVI, en la homilía del 26 de octubre de 2008, profundiza en este pasaje evangélico: “No era una pregunta fácil, si tenemos en cuenta que en la Ley de Moisés se contemplan 613 preceptos y prohibiciones. ¿Cómo discernir, entre todos ellos, el mayor? Pero Jesús no titubea y responde con prontitud:  «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento”. En su respuesta, Jesús cita el Shemá, la oración que el israelita piadoso reza varias veces al día, sobre todo por la mañana y por la tarde:  la proclamación del amor íntegro y total que se debe a Dios, como único Señor. […] Sin embargo, Jesús añade luego algo que, en verdad, el doctor de la ley no había pedido:  «El segundo es semejante a este:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo». El aspecto sorprendente de la respuesta de Jesús consiste en el hecho de que establece una relación de semejanza entre el primer mandamiento y el segundo, al que define también en esta ocasión con una fórmula bíblica tomada del código levítico de santidad. De esta forma, en la conclusión del pasaje los dos mandamientos se unen en el papel de principio fundamental en el que se apoya toda la Revelación bíblica:  «De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas”.

La página evangélica sobre la que estamos meditando subraya que ser discípulos de Cristo es poner en práctica sus enseñanzas, que se resumen en el primero y mayor de los mandamientos de la Ley divina, el mandamiento del amor. […] Mucha gente está buscando, a veces incluso sin darse cuenta, el encuentro con Cristo y con su Evangelio; muchos sienten la necesidad de encontrar en él el sentido de su vida. Por tanto, dar un testimonio claro y compartido de una vida según la Palabra de Dios, atestiguada por Jesús, se convierte en un criterio indispensable de verificación de la misión de la Iglesia.

Las lecturas que la liturgia ofrece hoy a nuestra meditación nos recuerdan que la plenitud de la Ley, como la de todas las Escrituras divinas, es el amor. Por eso, quien cree haber comprendido las Escrituras, o por lo menos alguna parte de ellas, sin comprometerse a construir, mediante su inteligencia, el doble amor a Dios y al prójimo, demuestra en realidad que está todavía lejos de haber captado su sentido profundo. Pero, ¿cómo poner en práctica este mandamiento?”

Y el Papa Francisco, en el ángelus del 26 de octubre de 2014, también, comenta este pasaje evangélico: “El Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor a Dios y al prójimo. […] El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está en la cima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo puso en el vértice, sino en el centro, porque es el corazón desde el cual todo debe partir y al cual todo debe regresar y hacer referencia. […] el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. Ya no podemos separar la vida religiosa, la vida de piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que encontramos. No podemos ya dividir la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas. Recordad esto: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto amas tú? Y cada uno se da la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.”

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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