Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el pasaje del Evangelio de hoy destaca de manera grande a S. Juan Bautista desde la urgencia a TESTIMONIAR. La Gloria de Juan Bautista fue anunciar al pueblo a Jesucristo. El Mesías esta presente pero no es reconocido. Dar testimonio de Jesucristo, “el desconocido”, en medio de un mundo que lo necesita a gritos. -(aunque a veces, ni él mismo lo sepa)- . Cristo ha venido a vendar los corazones desgarrados. Conocer que Dios está entre nosotros, que Cristo se ha hecho uno de los nuestros, es motivo de gran esperanza para cada uno de nosotros. A un mundo lejos de Dios le hace mucha falta una cura de emergencia y esto va a depender de aquellos que tienen experiencia de la presencia de Dios en sus vidas, pueden ser testigos que Dios esta muy vivo y sigue obrando, y pueden hablar de lo grande que Dios ha estado y sigue estando en sus vidas.
El Papa Benedicto XVI le dedico una catequesis a Juan Bautista, la audiencia general del 29 de agosto de 2012: “el Bautista no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como «el Cordero de Dios» que vino a quitar el pecado del mundo, tiene la profunda humildad de mostrar en Jesús al verdadero Enviado de Dios, poniéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido. Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión hasta las últimas consecuencias. […] Toda la vida del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios.[…] Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre el primado de Dios en nuestra vida.”
También hoy celebramos la memoria de San Basilio el Grande y San Gregorio Nacianceno. Recurro, una vez más, a las audiencias del Papa Benedicto XVI para presentar ambas figuras tan importantes de la iglesia: “uno de los grandes Padres de la Iglesia, san Basilio. Fue un gran obispo del siglo IV, por su santidad de vida, por la excelencia de su doctrina y por la síntesis armoniosa de sus dotes especulativas y prácticas.[…] Con su predicación y sus escritos realizó una intensa actividad pastoral, teológica y literaria […] Fue un hombre que vivió verdaderamente con la mirada puesta en Cristo, un hombre del amor al prójimo. Lleno de la esperanza y de la alegría de la fe, san Basilio nos muestra cómo ser realmente cristianos.”(Audiencia General, 4 julio 2007).
Y San Gregorio Nacianceno, “Ilustre teólogo, orador y defensor de la fe cristiana en el siglo IV, fue célebre por su elocuencia […] entabló amistad con san Basilio, […] era reacio a recibir la ordenación presbiteral, porque sabía que así debería ser pastor, ocuparse de los demás, de sus cosas, y por tanto ya no podría dedicarse exclusivamente a la meditación. Con todo, aceptó esta vocación y asumió el ministerio pastoral con obediencia total, aceptando ser llevado por la Providencia a donde no quería ir, como a menudo le aconteció en la vida.[…] Mientras participaba en el segundo concilio ecuménico, el año 381, san Gregorio fue elegido obispo de Constantinopla y asumió la presidencia del Concilio […] Es un hombre que nos hace sentir la primacía de Dios y por eso también nos habla a nosotros, a nuestro mundo: sin Dios el hombre pierde su grandeza; sin Dios no hay auténtico humanismo.” (Audiencia General, 8 agosto 2007).