Jn 10,22-30: Mis ovejas escuchan mi voz

Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy el Señor se nos presenta en el templo, durante una gran fiesta para los judios, seguimos ahondando en la imagen con la que se nos revela el Señor la del “Buen Pastor”, hoy el acento lo pone en las ovejas. Nosotros somos “sus ovejas”. Y eso nos llena de confianza y tranquilidad. Las ovejas conocen perfectamente cuál es la voz del pastor y le siguen . Han de saber discernir el sonido de su llamada del de otras falsas llamadas. En las pistas dadas el domingo del Buen Pastor acudí al texto del Papa Francisco donde nos ayudaba a discernir las distintas voces, “¿Cómo podemos reconocer la voz del buen Pastor de la del ladrón, cómo podemos distinguir la inspiración de Dios de la sugerencia del maligno?”, puedes profundizar con la catequesis del Papa Francisco impartida en el Regina Caeli, del 3 de mayo de 2020.
El auténtico cristiano es el que “escucha la voz del Pastor”, es decir, del Señor, y oyendo esta voz desea hacerla vida. Sólo el buen Pastor custodia con inmensa ternura a su grey y la defiende del mal, y sólo en él los fieles pueden poner absoluta confianza.
Termina el Evangelio manifestándonos que Jesús y el Padre son uno. El Señor va manifestando progresivamente el misterio de su divinidad, el “yo soy”. La Iglesia está llamada a convertirse en un signo creíble del Señor, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas; que se preocupa de que todos aquellos que el Padre puso en sus manos para que no se pierda ni uno solo.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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