Jn 17,11-19: Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo: Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy seguimos con la oración sacerdotal de Ntro Señor, Él oró por sus discípulos y por todos los que creerían en Él.

“Conságralos en la verdad”. Consagrados, llamados, elegidos, ungidos, enviados, en definitiva,  buscando nuestro bien, queriendo nuestra santificación. ¡Dios nos llama a ser santos!

Esta es la meta de nuestra vida cristiana: ser santos. No se trata de un ideal inalcanzable, de un sueño inconsistente, “todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.(G.E.14). “Que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación” (G.E.,31). Cada día un reto que se nos ofrece para crecer en la respuesta al amor que Dios nos tiene.

El Papa Francisco comenta este pasaje evangélico en el Discurso del 18 de marzo de 2016: “Jesús ora al Padre para que los suyos sean «perfectamente uno»: quiere que sean entre ellos «uno», como Él y el Padre. […] El enemigo de Dios y del hombre, el diablo, no puede nada contra el Evangelio, contra la humilde fuerza de la oración y de los sacramentos, pero puede hacer mucho daño a la Iglesia tentando nuestra humanidad. Provoca la presunción, el juicio sobre los demás, las cerrazones y las divisiones. Él mismo es «el que divide» y a menudo comienza haciéndonos creer que somos buenos, quizá mejor que los demás: así tiene el terreno listo para sembrar la cizaña. […] Segunda palabra: gloria. Antes de la Pasión, Jesús pre-anuncia que será «glorificado» en la cruz: ahí aparecerá su gloria. Pero es una gloria nueva: la gloria mundana se manifiesta cuando se es importante, admirado, cuando se tiene bienes y éxito. En cambio, la gloria de Dios se revela en la cruz: es el amor, que ahí resplandece y se difunde. Es una gloria paradójica: sin fragor, sin ganancia y sin aplausos. […] Quien anuncia el amor no puede dejar de hacerlo con el mismo estilo de amor.
Y la tercera palabra que hemos escuchado es mundo. «Tanto amó Dios al mundo» que envió a Jesús. Quien ama no está lejos, sino que va al encuentro.[…] ”

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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