Jn 21, 20-25: ¿a ti qué? Tú sígueme

Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y este, ¿qué?». Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

El Evangelio de hoy nos transmite el testimonio del discípulo amado sobre el misterio y mensaje de la Palabra de Dios hecha carne. “Y sabemos que su testimonio es verdadero”. Nosotros nos acercarnos a la meditación de hoy con las palabras del Papa Francisco comentando este pasaje evangélico:

«El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: “Señor, y éste, ¿qué?”. Pero Jesús, frente a estas tentaciones, le respondió: “¿A ti qué? Tú, sígueme”. Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos.
El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: “Sígueme”. No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. Tú, sígueme.» (Homilía del Papa Francisco, 29 de junio de 2014).

La liturgia de esta tarde nos introducen en la gran solemnidad de Pentecostés, clamemos con la oración de la secuencia dada en la liturgia: VEN, ESPIRITU SANTO, don, en tus dones espléndido, fuente del mayor consuelo, mira el vacío del hombre, si tú le faltas. Ven a nuestras vidas y transformalas, sana el corazón enfermo, reparte tus siete dones…

Al contemplar hoy, sábado, de una manera muy especial a nuestra Madre, vemos que ninguna criatura se dejó llevar y guiar por el Espíritu Santo como nuestra Madre Santa María: ninguna vivió la filiación divina como Ella. El Espíritu Santo, que ha habitado en María desde el misterio de su Concepción Inmaculada, en el día de Pentecostés vino a fijar en Ella su morada, de una manera nueva. Todas las promesas que Jesús había realizado acerca del Paráclito se cumplen plenamente en el alma de la Virgen: Él os recordará todas las cosas .Él os guiará a la verdad completa.

Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y ayúdanos a preparar la venida del Paráclito, del Defensor, del Abogado, del Consolador de nuestras almas.

Jesús Aguilar Mondéjar
Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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