Jn 6,44-51: El que cree tiene vida eterna

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio continuamos con la proclamación del capitulo seis de S. Juan: el discurso del Pan de Vida. En el pasaje de hoy invitaría a ahondar, penetrar y profundizar en dos puntos: Por una parte, la fe; y por otra, la importancia de la comunión.

El regalo de la fe: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre…”. La fe es un “don”, todo es don de Dios; si podemos entender que todo es don de Dios, ¡Cuanta felicidad habrá en nuestro corazón!. El Señor es nuestra fuerza. Es el Señor quien nos sale al encuentro, “os he elegido”, quien lleva la iniciativa, quien me invita, quien quiera contar con cada uno de nosotros. “El que cree tiene vida eterna”, como ilumina y transforma nuestras vidas. En palabras del Papa Francisco, en Regina Coeli, 14 de abril de 2013: “Su fe -discípulos- se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de Cristo muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada ni de nadie, e incluso veían las persecuciones como un motivo de honor que les permitía seguir las huellas de Jesús y asemejarse a Él, dando testimonio con la vida.”

El otro punto para nuestra reflexión es la Eucaristía. En palabras del Papa Francisco en la homilia del 3 de noviembre de 2017, comenta este pasaje: “En el Evangelio, Jesús fortalece nuestra esperanza, cuando dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”. Estas palabras remiten al sacrificio de Cristo en la Cruz. Él aceptó la muerte para salvar a los hombres que el Padre le había entregado y que estaban muertos en la esclavitud del pecado. Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida. Con su cuerpo y su sangre nos alimenta y nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte.”

Jesús Aguilar Mondéjar
Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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