Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos encontramos con el envío de los setenta y dos, hace poco meditamos sobre el envío de los discípulos, hoy sigue el Señor enviando y dando instrucciones para la misión, os invito a saborear la catequesis del Papa Benedicto XVI, la homilia del 15 de julio de 2012: “En el Evangelio […] Jesús toma la iniciativa de enviar a los doce apóstoles en misión. […]Jesús los manda de dos en dos y les da instrucciones, que el evangelista resume en pocas frases. La primera se refiere al espíritu de desprendimiento: los apóstoles no deben estar apegados al dinero ni a la comodidad. Jesús ademas advierte a los discípulos de que no recibirán siempre una acogida favorable: a veces serán rechazados; incluso puede que hasta sean perseguidos. Pero esto no les tiene que impresionar: deben hablar en nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse de tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios. […] Jesús advierte a los Doce que podrá ocurrir que en alguna localidad sean rechazados. En tal caso deberán irse a otro lugar […] no pueden conformarse con predicar la conversión: a la predicación se debe acompañar, según las instrucciones y el ejemplo de Jesús, la curación de los enfermos; curación corporal y espiritual. […] Por lo tanto la misión apostólica debe siempre comprender los dos aspectos de predicación de la Palabra de Dios y de manifestación de su bondad con gestos de caridad, de servicio y de entrega”
También hoy celebramos la memoria de San Francisco de Borja, Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Gozaba de la confianza del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz lo impulsó a despreciar las vanidades de la corte, al contemplar el cadáver putrefacto de la emperatriz, le llevó a exclamar: “Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir”. Después de la muerte de su esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la Compañía de Jesús,. Se distinguió, sobre todo, por su profunda humildad. “Nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en el servicio a Dios”.En sus inicios en la Compañía de Jesús su oficio consistía en acarrear agua y leña, en encender la estufa y limpiar la cocina, fue ordenado sacerdote y al poco tiempo propuesto por Carlos V al cardenalato, al cual, renunció. En 1554 S. Ignacio le nombró comisario general de la Compañía en España, y dos años más tarde le confió el cuidado de las misiones, a las cuales dio gran impulso, en 1565, se convirtió en el tercer General de la Compañía de Jesús, cargo que ocupó hasta su muerte. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572.