Dijo el Señor: ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!». Le replicó un maestro de la ley: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Y él dijo: «¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy el Señor denuncia varias actitudes a los fariseos. “¡Ay de vosotros, fariseos,…”. Nos vuelve a recordar que la ley tiene como único fin ayudarnos a vivir de acuerdo al amor. Cada uno de los mandamientos expresan el deseo de Dios de que el hombre crezca y madure en el amor. El Papa Benedicto XVI en el ángelus del 8 de junio de 2008 nos recuerda a los cristianos lo central de nuestra fe: “una expresión del profeta Oseas, que Jesús retoma en el Evangelio: “Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos” […] Esta palabra de Dios nos ha llegado, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la practica de los preceptos”. Sin embargo cuando la ley se convierte en fin en sí misma deja de expresar el deseo del legislador y se convierte en un yugo difícil de llevar. “Cuando un cristiano se convierte en discípulo de la ideología, ha perdido la fe y ya no es discípulo de Jesús”, -palabras del Papa Francisco- (17 de octubre 2013). Como cambian las cosas cuando tú cumples la ley porque en ella descubres un camino para crecer en el amor, tu vida se abre hacia la felicidad perfecta.