Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el pasaje evangélico de hoy comienza con la confesión de san Lucas “para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido”, no se propone hacer una biografía pero si cree conveniente fundamentar bien para dar razón de la fe recibida.
Yo destacaría dos partes del Evangelio de hoy; primeramente, que contempláramos al mismo Señor acudiendo al templo (la sinagoga) , nos resalta el evangelista, -“como era su costumbre”-, introducete en la escena, imagínate que también te encuentras en la sinagoga de Nazaret, mira al Señor levantándose para ir a leer la Sagrada Escritura, saborea, observa, escucha con el corazón. El Señor proclamando el pasaje del profeta Isaias: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia…”. Toda la asamblea teniendo los ojos fijos en Él, en un silencio lleno de atención, el Señor dijo: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
Y otro punto para nuestra meditación, el “hoy”, nos interpela también a nosotros. Antes de poder hablar de Dios y con Dios, es necesario escucharle, y la liturgia de la Iglesia es la “escuela” de esta escucha del Señor que nos habla, aprovecha el hoy en el que Dios te llama para darte la salvación.
El «hoy», proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; Dios viene al encuentro de los hombres. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, viene a traernos su perdón, a sanar nuestras heridas, aquellas producidas por nuestras miserias; viene a extendernos la mano para hacernos levantar de todos nuestros abismos que nos llevan a la perdición. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos. No deja a nadie perdido, sale al encuentro de la oveja perdida, no deja a nadie sin solución.
Todos los cristianos estamos llamados a hacer vida la palabra de Dios, a que dicha palabra vaya modelando nuestras vidas y transformándola, a ser coherentes en nuestro actuar, en nuestro obrar con lo que profesamos con nuestros labios. A poder irradiar ese amor de Dios en nuestras acciones y mostrar que esta vivo en mí.
Feliz día del Señor, feliz domingo, este tercer domingo del tiempo ordinario, la iglesia celebra el Domingo de la Palabra de Dios. El Papa Francisco instituyó esta jornada para profundizar y adentrarnos en el inmenso regalo que es la Palabra de Dios, invitándonos a leerla en comunidad y con el sentir de la Iglesia.