Decía, pues: «¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo: «¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
El Evangelio de hoy nos presenta dos breves parábolas sobre el reino de Dios, una, la del grano de mostaza, y otra, la levadura en la masa. Un mensaje de esperanza es lo que nos comunican ambas parábolas. El crecimiento del reino, el crecimiento del bien es tan lento que no lo percibimos la mayoría de las veces, pero eso no quiere decir que no se este dando. La levadura es la imagen de la vida que puede vivificar lo que está muerto. Una vez añadida a la masa, la levadura se multiplica con gran rapidez, si tomamos un poco de esa masa fermentada, funciona a su vez como levadura para una masa nueva. Necesitamos nuevos ojos para mirar cómo va creciendo la historia de salvación, como sigue desarrollándose el amor, que la huella del creador sigue actuando y transformando nuestra realidad hasta la culminación y la plenitud. El estilo de Dios es muy distinto al estilo de nuestro mundo, Dios se sirve de medios que parecen insignificantes, Dios valora mucho lo sencillo, lo débil, lo que no cuenta,… y lo transforma, nada hay pequeño cuando va cargado de amor, el amor hace grande las pequeñas acciones.
El Papa Francisco, en el ángelus del 14 de junio de 2015, aborda la parábola del grano de mostaza: “El Evangelio de hoy está formado por dos parábolas muy breves: […]A través de estas imágenes tomadas del mundo rural, Jesús presenta la eficacia de la Palabra de Dios y las exigencias de su Reino, mostrando las razones de nuestra esperanza y de nuestro compromiso en la historia.[…]utiliza la imagen del grano de mostaza. Aun siendo la más pequeña de todas las semillas, está llena de vida y crece hasta hacerse «más alta que las demás hortalizas». Y así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña y aparentemente irrelevante.Para entrar a formar parte de él es necesario […]no confiar en las propias capacidades, sino en el poder del amor de Dios; no actuar para ser importantes ante los ojos del mundo, sino preciosos ante los ojos de Dios, que tiene predilección por los sencillos y humildes. Cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que fermenta toda la masa del mundo y de la historia.De estas dos parábolas nos llega una enseñanza importante: el Reino de Dios […]es, sobre todo, iniciativa y don del Señor. […]La victoria del Señor es segura: su amor hará brotar y hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra. […]La semilla del bien y de la paz germina y se desarrolla, porque el amor misericordioso de Dios hace que madure.”