Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?». Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?». Y no pudieron replicar a esto.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy, se nos presenta el Señor encontrándose ante un enfermo y los fariseos observan la escena. Para los fariseos, el enfermo es solo una ocasión para poner a prueba a Jesús: ¿lo curará en día de sábado? ¿cómo será su proceder? El Señor ve en el enfermo a una persona que necesita su ayuda. El enfermo no es un caso para hacer una disquisición teórica, sino alguien ante quien no se puede permanecer indiferente. El Señor no ha venido a abolir la Ley sino a darle plenitud. Nos enseñó que no sólo debemos cumplir con la «letra» sino también con el «espíritu». No se debe caer en la casuística hipócrita, sino que hemos de cumplir con todo lo que Dios nos manda, pero movidos por la caridad sobrenatural. No es la mera fidelidad a la norma, a los ritos, sino por el amor, amor concretado en las personas, concretamente, en los necesitados. En el pasaje de hoy, Jesús recuerda, que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio al prójimo. De manera que la ley suprema del cristiano ha de ser la de la caridad.