Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos encontramos con la curación de los diez leprosos, donde se nos coloca en alta estima: la obediencia y el agradecimiento.
Obedecen: “Id a presentaros a los sacerdotes”, y “mientras iban de camino, quedaron limpios”, se fiaron de la palabra dada y se pusieron en camino para realizarla, y es cuando experimentan la acción en ellos, es la fe la que salva al hombre, “tu fe te ha salvado”, y es la fe la que nos hacer ser testigos de su obrar en nosotros, nos hace ver lo grande que es el Señor y como actúa en quien cree, confía y se deja hacer; es un don, un regalo que siempre proviene en definitiva de Dios, el que esta detrás, es quien tanto nos ama. ¡Dichoso el que cree, el que obedece y en quién confía más en Él que en sus fuerzas!.
Contamos con la catequesis dada por el mismo Papa Francisco sobre este mismo pasaje evangélico, en la homilia del 9 octubre del 2016: “Jesús encuentra a diez leprosos que salen a su encuentro, se paran a lo lejos y expresan a gritos su desgracia ante aquel hombre, en el que su fe ha intuido un posible salvador: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Están enfermos y buscan a alguien que los cure. Jesús les responde y les indica que vayan a presentarse a los sacerdotes que, según la Ley, tenían la misión de constatar una eventual curación. De este modo, no se limita a hacerles una promesa, sino que pone a prueba su fe. De hecho, en ese momento ninguno de los diez ha sido curado todavía. Recobran la salud mientras van de camino, después de haber obedecido a la palabra de Jesús. Entonces, llenos de alegría, se presentan a los sacerdotes, y luego cada uno se irá por su propio camino, olvidándose del Donador, es decir del Padre, que los ha curado a través de Jesús, su Hijo hecho hombre.
Sólo uno es la excepción: un samaritano, un extranjero que vive en las fronteras del pueblo elegido, casi un pagano. Este hombre no se conforma con haber obtenido la salud a través de su propia fe, sino que hace que su curación sea plena, regresando para manifestar su gratitud por el don recibido, reconociendo que Jesús es el verdadero Sacerdote que, después de haberlo levantado y salvado, puede ponerlo en camino y recibirlo entre sus discípulos.
Qué importante es saber agradecer al Señor, saber alabarlo por todo lo que hace por nosotros. Y así, nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quién nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias… Por eso Jesús remarca con fuerza la negligencia de los nueve leprosos desagradecidos: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?».
Hoy es la memoria de San Alberto Magno ingresó en la Orden de Predicadores, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de Santo Tomás de Aquino, fueron sus contemporáneos los que le dieron el titulo de “Magno” por sus conocimientos en todos los campos, fue obispo de Ratisbona, trabajo por la paz entre los pueblos, murió en Colonia en el año 1280 y fue declarado Doctor de la Iglesia por Pio XI, en 1931. El Papa Benedicto XVI en la Audiencia General, del 24 de marzo de 2010, le dedicó una catequesis a presentar la figura del santo doctor.