Los fariseos le preguntaron: «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?». Él les contestó: «El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros». Dijo a sus discípulos: «Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy se nos presentan dos enseñanzas:
Primera, y quizás la más importante: “El Reino de los cielos es ya una realidad”. El reino ya se ha iniciado pero no ha llegado a su plenitud, ya ha comenzado, se encuentra dentro de nosotros, empezamos a gozar signos de su presencia, en donde el amor, la alegría y la paz son una verdadera realidad. Necesitamos mirada de fe para percibir en la cotidianidad, la presencia de Dios y los signos de su reino. Tenemos que ejercitarnos para estar atentos en las señales de cada día, en las oportunidades que se nos presentan en la cotidianidad de cada jornada, para que no se nos escape la oportunidad de corresponder a las “huellas” de ternura, de bondad, de amor de Dios.
La segunda, aceptar el sufrimiento como compañero de camino, a Ntro. Señor no se le quitó: «antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación». No nos dice nada el Señor que Él no haya vivido. Su inmolación en la cruz, es el culmen de toda su vida siempre “donada”. Cristo se ha “expropiado” de sí para mostrar a Dios Amor. La Cruz, es la máxima expresión de su amor redentor. El secreto del Señor consiste en sufrir amando. Él cargo con su cruz, que era la nuestra. La fuerza de la Cruz, procede de la humillación y aniquilamiento, “como el grano de trigo que muere”. Vivir el sufrimiento transformado en donación. El amor es siempre oblativo, no hay ningún sufrimiento inútil, de todo dolor el Señor lo puede transformar en bien. Ningún sufrimiento sin sentido. Todo dolor el Señor lo puede transformar en bien. Ningún sufrimiento sin sentido. Podemos aprovechar y ofrecer por la salvación de todos los hombres los sufrimientos de hoy. Signos de la presencia de su Reino son también la dificultad, la asechanza y la intimidación. El reino de Dios sufre violencia. El maligno no descansa y no para de poner obstáculos. ¡ojo!, no te dejes vencer, no le concedas el placer del desánimo.