Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.
Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.
También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.
En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En la liturgia que vivimos en la celebración de medianoche, en el Evangelio, se nos daban la razón más fuerte de nuestra alegría, en el mensaje del ángel: “No temáis, pues he aquí que os traigo una buena nueva, que será de grande alegría para todo el pueblo: os ha nacido, hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Mesías, el Señor”.
Para acercarnos al misterio que estamos celebrando voy a tomar las palabras de San Juan Pablo II, dadas en el año del Jubileo del 2000 en la celebración de la Navidad: “Hoy el Verbo se ha hecho carne y ha venido a habitar entre nosotros. “hoy”. En esta noche el tiempo se abre a lo eterno, porque tú, Oh Cristo, has nacido entre nosotros surgiendo de lo alto. Has venido a la luz del regazo de una mujer bendita entre todas, tú, el “hijo del Altísimo”. Tu santidad ha santificado de una vez para siempre nuestro tiempo: los días, los siglos, los milenios. Con tu nacimiento has hecho del tiempo un “hoy” de salvación.”
En el pasaje evangélico de la misa del día, el evangelista Juan, nos resalta varias veces y de distinta forma: “al mundo vino y no lo conocieron…, no lo recibieron… prefirieron las tinieblas a la luz…”. Cómo no hacerse la pregunta: ¿Cómo es mi acogida a su Palabra?, “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. Si queremos celebrar la verdadera Navidad, contemplemos a Dios Niño, la señal de Dios es que Él se hace pequeño, contemplemos su humildad, se anonada para divinizarnos, se encarna y nos muestra la ternura, la bondad y reclama nuestro amor. Dios, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, con la sencillez, haciendo concreto el amor de Dios por nosotros. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios?¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy! ¡Que paciencia más grande tiene Dios con los humanos! Su Amor no es amado, continuamos anteponiendo otras cosas, realidades,… Dios continua sin ser lo más importante en la vida de muchísima gente, no lo conocen, no lo reciben, es ignorado, y a veces, atacado, parece como que no tiene cabida en nuestras vidas. “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. No tenían tiempo para Él, nuestro Salvador viene a compartir nuestra naturaleza humana y no le dejamos espacio en nuestro corazón. ¡Que paciencia y que amor más grande! Sigue queriendo hacer alianza con el hombre, enamorado de nosotros, nos atrae con su ternura, nacido pobre y frágil en medio de nosotros, mendiga -por decirlo así- nuestro amor e infunde su paz en nuestros corazones, llenándolos de esperanza.
Encomiéndate a la Santísima Virgen para que igual que ella, podamos acoger el misterio que estamos celebrando, y podamos recibir su Palabra. Feliz Navidad y que el niño Dios inunde toda tu existencia colmándola de gozo, amor y paz.