Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy se nos presenta el relato de la “pesca milagrosa”, los discípulos experimentan que han estado toda la noche bregando y no han recogido nada, experimentan el trabajo infructuoso, y son invitados a confiar, a obedecer, a “remar mar adentro” y Simón Pedro le confiesa al Señor que “por tu palabra, echaré las redes”. Toda la noche trabajando, sin éxito, pero por tí, lo vuelvo a intentar. Y fruto de esa confianza, se produce el milagro, cuantas veces el Señor antes de realizar una obra extraordinaria, siempre, pide a su interlocutor, su colaboración, “se haga según tu fe”, y obra el milagro. El Papa San Juan Pablo II, eligió como exhortación al termino del jubileo del año 2000 la invitación: “Duc in altum”, a remar mar adentro, confiando en la palabra y en la presencia vivificante de Jesús. En el discurso dado a los jóvenes como preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, explica que quiere decir con Remar mar adentro: “Remar mar adentro ¿para ir a dónde? La respuesta es clara: para ir al encuentro del hombre, misterio insondable; y para ir a todos los hombres, océano ilimitado. Esto es posible en una iglesia misionera, capaz de hablar a la gente y, sobre todo, capaz de llegar al corazón del hombre porque allí, en ese lugar intimo y sagrado, se realiza el encuentro salvífico con Cristo”.
En la carta apostólica “Novo Milenio Ineunte” de S. Juan Pablo II, comienza con el pasaje evangélico de hoy, ¡Duc in altum! “Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre”, y en la conclusión, nos invita a acoger el mandato de Ntro. Señor : “Duc in altum!” : “¡Caminemos con esperanza![…]El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: “Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
También hoy celebramos la memoria de una pequeña gran mujer cercana en el tiempo a nosotros, madre Teresa de Calcuta, contemporánea nuestra, acudo para su biografía a la oficial ofrecida por el Vaticano sobre ella, resalto algunos puntos: “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas” .
[…] la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. […]Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas. […]Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios.