En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos aparece las bienaventuranzas de S. Lucas con sus respectivas lamentaciones o maldiciones. ¡Ay de mí! No debo permitir que el halago sea el motor de mi actuación. “¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!”. Debe estar fundada en una base firme de humildad y de afán de servicio al prójimo y a Dios. El afán del apóstol debe ser dar gloria a Dios, nunca buscar el aplauso de los demás.
En las Bienaventuranzas se nos pone delante el programa del Reino, cuando el hombre empieza a mirar y a vivir a través de Dios, cuando camina con Jesús, entonces vive con nuevos criterios. Las bienaventuranzas son un compendio del Evangelio, es la carta magna, el programa de vida. El Señor es el primero que hace vida la propuesta de dicha y de felicidad, su ejemplo nos ayuda a seguirle. María vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús: es la santa entre los santos, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña.