Un sábado, entró Jesús en la sinagoga y se puso a enseñar.Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada.Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él conocía sus pensamientos y dijo al hombre de la mano atrofiada :«Levántate y ponte en medio».
Y, levantándose, se quedó en pie.
Jesús les dijo:«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?».
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo:«Extiende tu mano».
Él lo hizo y su mano quedó restablecida.Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos presenta una curación, la sanacion del hombre con la mano paralizada, pero antes, a causa del acecho de los fariseos para ver si curaba, el Señor les lanza una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado? ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar a un hombre o dejarlo morir?. El tema del sábado fue tratado muchas veces en sus enseñanzas, para los judíos el sábado tenia una importancia tremenda, toca su fe en Dios, es un día consagrado a Yahvé, lo entendía como dar gloria a Dios, con el tiempo pasa a ser su identidad más profunda y tocaba la ley mosaica. Desde esta situación, para los judíos, el Señor les parece un irreverente y un provocador al tocar el sábado. Sin embargo, el Señor no busca la provocación por la provocación, más bien les interroga para que piensen, hacer prevalecer la estructura legal sobre el bien del hombre es traicionar la voluntad de Dios, esta curación se convierte en signo de que el sábado se hizo para el hombre y que prima el bien siempre, es la búsqueda del bien lo que agrada a Dios, lo que Dios quiere. Buena pauta de conducta.
Hoy nos lanza a nosotros una invitación: hacer en todo momento el bien. Sin embargo, a veces, se nos presenta una elección que no es entre el bien y el mal, sino entre un bien y otro bien; se trata por tanto de ver qué es lo que Dios quiere de nosotros en cada circunstancia precisa.
El Papa Francisco en las misas matutinas, el 14 de marzo de 2017, su reflexión gira en torno a: “Aprender a hacer el bien”. “Dos expresiones llaman la atención […] desistid de hacer el mal, aprender a hacer el bien. […]Al respecto Isaias dice: “desistid de hacer el mal”, de eso que te envenena el alma, que encoge el alma, que te hace enfermar. He aqui la primera actitud requerida: alejarse del mal. Pero no es suficiente. “aprended a hacer el bien” […] esta es la regla de conversión: alejarse del mal y aprender a hacer el bien”.
“Os exhorto a ser protagonistas en el bien. No te sientas bien cuando no haces el mal; no es suficiente, cada uno es culpable del bien que podía hacer y no ha hecho. No es suficiente no odiar, es necesario perdonar; no es suficiente no guardar rencor, debemos orar por los enemigos; no es suficiente no ser causa de división, debemos traer paz donde no existe; no es suficiente no hablar mal de los demás, debemos interrumpir cuando oímos hablar mal a alguien, detener el chisme, esto es hacer el bien. Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos tácitamente. Es necesario intervenir donde el mal se propaga; porque el mal se extiende donde no hay cristianos atrevidos que se oponen con el bien”. (P. Francisco, ángelus 12 agosto 2018)
También hoy celebramos la memoria de San Pedro Claver. Insigne misionero jesuita español. Se definió como esclavo de los esclavos, al profesar había escrito: “Yo, Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre”. Le movía el lenguaje del amor, los esclavos no eran los únicos receptores de su caridad. También auxiliaba a los enfermos, indigentes, lisiados… asi como a los presos, sin importarle su credo. Atendiendo a los enfermos de la peste cayó afectado por ella; le produjo una parálisis que iba creciendo, pero el siguió ayudando a todo aquel que le necesitaba, fueron tres años de intensos sufrimientos, humillaciones y soledad; Cuando agonizaba una multitud quería tocarle y arrancarle un trozo de sus pobres vestiduras, no le dejaban ni morir en paz. Pio IX lo beatifico el 16 de julio de 1850 y Leon XIII lo canonizó el 15 de enero de 1888.