Lc 7, 36-48.50: Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho

Un fariseo le rogaba que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora». Jesús respondió y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él contestó: «Dímelo, Maestro». «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?». Respondió Simón y dijo: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Y él le dijo: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Han quedado perdonados tus pecados». Los demás convidados empezaron a decir entre ellos: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?». Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy la mujer pecadora y el fariseo. Representan dos actitudes ante Dios. Uno con una actitud autosuficiente, eso le impide alcanzar el reino de Dios e incluso recibir el favor de Dios, que ya cree poseer; y la otra por su postura humilde, su arrepentimiento, su amor, le consigue el perdón y el don de Dios. El amor y el perdón se implican mutuamente, como nos recuerda la Sagrada Escritura: “el amor cubre multitud de pecados” (1 Pe 4,8).
Nadie estamos libres de acercarnos más a la actitud del fariseo que a la de la mujer, cuando perdemos la conciencia de ser pecadores. Ante Dios todos somos mendigos y todos hemos recibido el perdón desde la gratuidad. Como vemos en muchos pasajes de encuentro con nuestro Señor, en este caso con la mujer pecadora, es la fuerza del amor la que nos regenera. Aquí una vez más, la mirada del Señor, llena de ternura, rescató una vida perdida.
Para lograr este perdón que impulsa al amor, o este amor que perdona, es necesario comenzar por reconocernos pecadores, necesitados y no merecedores del mismo. No es nuestro esfuerzo personal el que nos consigue la gracia de Dios, esto seria una postura cercana al fariseísmo, sino mas bien aceptando el amor y el perdón gratuitos de Dios. Aceptando, acogiendo, gustando, saboreando hasta donde llega el amor por mí. Comprender un poco, aunque solo sea un poco, es clamar con el Salmo 115: ¿Cómo pagare al Señor tanto bien? Aquí nace la respuesta a su amor y todo tiene sentido, y siempre andamos faltos de poner más amor.
En la homilia del 16 de junio de 2013, el Papa Francisco, comenta el pasaje de hoy: “Jesús encuentra a una mujer pecadora durante una comida en casa de un fariseo, suscitando el escándalo de los presentes: Jesús deja que se acerque una pecadora, e incluso le perdona los pecados, diciendo: “sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco”. Jesús es la encarnación del Dios vivo, el que trae la vida, frente a tantas obras de muerte, frente al pecado, al egoísmo, al cerrarse en sí mismos. Jesús acoge, ama, levanta, anima, perdona y da nuevamente la fuerza para caminar, devuelve la vida. Vemos en todo el Evangelio cómo Jesús trae con gestos y palabras la vida de Dios que transforma. Es la experiencia de la mujer que unge los pies del Señor con perfume: se siente comprendida, amada, y responde con un gesto de amor, se deja tocar por la misericordia de Dios y obtiene el perdón, comienza una vida nueva. Dios, el Viviente, es misericordioso”.
Picture of Jesús Aguilar Mondéjar
Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

WhatsApp
Facebook
Email
Picture of Cursillos de Cristiandad Diócesis de Cartagena
Cursillos de Cristiandad Diócesis de Cartagena

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
¿Hablamos?
Cursillos de Cristiandad - Murcia
Contáctanos si necesitas algo 😊