Lc 9, 51-56: No lo recibieron

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy vemos como el Señor es rechazado, y también contemplamos la reacción de los discípulos, el ser rechazados no lo encajan muy bien, y les sale lo peor de ellos mismos, reaccionan con ira y violencia, solicitan permiso para actuar con violencia: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y acabe con ellos?” , cuanta paciencia tiene el Señor con sus discípulos, vuelve a corregirlos, el mal solo engendra mayor mal, les señala otro camino, vencer el mal a fuerza de bien, saber devolver a la ofensa, perdón; que estamos llamados incluso a amar a los que no nos quieren, muchas veces no resulta fácil romper esta espiral que desencadena el mal, necesitamos la ayuda de lo alto para no dejarnos llevar por el hombre viejo que todavía pervive en nosotros. Traigo a colación una frase atribuida a S. Vicente de Paul, donde señalaba: «hacer el bien no es difícil; lo difícil es hacer bien el bien”. Bueno, no siempre es fácil, elegir el bien, y vencer a fuerza de sembrar con las armas de la caridad y el perdón. Nada fácil, mucha ayuda de lo alto, mucha gracia y mucho don del Espíritu Santo, humanamente, imposible.
Hoy celebramos la memoria de Santa Teresa del Niño Jesús y acudo para nuestros puntos de meditación a la catequesis impartida por el Papa Francisco en la Audiencia General del 7 de junio de 2023: “[…] santa Teresa del Niño Jesús, patrona universal de las misiones.[…] Hoy, por tanto, dejémonos ayudar por el testimonio de santa Teresita. Ella nació hace 150 años, y en este aniversario tengo intención de dedicarle una Carta Apostólica.
Es patrona de las misiones, pero nunca estuvo en misión: ¿cómo se explica esto? Era una monja carmelita y su vida estuvo bajo el signo de la pequeñez y la debilidad: ella misma se definía “un pequeño grano de arena”. De salud frágil murió con tan solo 24 años. Pero, aunque su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, era misionero. En su “diario” cuenta que ser misionera era su deseo y que quería serlo no solo por algunos años, sino para toda la vida, es más, hasta el fin del mundo. Teresa fue “hermana espiritual” de diversos misioneros: desde el monasterio los acompañaba con sus cartas, con la oración y ofreciendo por ellos continuos sacrificios. Sin aparecer intercedía por las misiones, como un motor que, escondido, da a un vehículo la fuerza para ir adelante. Sin embargo, a menudo no fue entendida por las hermanas monjas: obtuvo de ellas “más espinas que rosas”, pero aceptó todo con amor, con paciencia, ofreciendo junto a la enfermedad, también las críticas y las incomprensiones. Y lo hizo con alegría, lo hizo por las necesidades de la Iglesia, para que, como decía, se esparcieran “rosas sobre todos”, sobre todo sobre los más alejados.
[…] en esa noche, en la que Jesús se había hecho débil por amor, ella se volvió fuerte de ánimo. Un verdadero milagro: en pocos instantes había salido de la prisión de su egoísmo y de su lamento; empezó a sentir que “la caridad le entraba en el corazón, con la necesidad de olvidarse de sí misma”. Desde entonces dirigió su celo a los otros, para que encontraran a Dios y en vez de buscar consolación para sí se propuso «consolar a Jesús, hacerlo amar por las almas», porque —anotó Teresa— «Jesús está enfermo de amor y […] la enfermedad del amor sólo se cura con amor». Este es el propósito de todas sus jornadas: «hacer amar a Jesús», interceder para que los otros lo amaran. Escribió: «Quisiera salvar las almas y olvidarme por ellos: quisiera salvarles también después de mi muerte». En más de una ocasión dijo: «Pasaré mi cielo a hacer el bien en la tierra». […] Y este celo, estaba dirigido sobre todo a los pecadores, a los “alejados”.
[…] Hermanos y hermanas, esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad, este es el motor de la misión. De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es también cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración, su intercesión, Jesús pase. Y este es el celo apostólico que, recordémoslo siempre, no funciona nunca por proselitismo —¡nunca!— o por constricción —¡nunca!—,  sino por atracción: la fe nace por atracción, uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, no, sino porque es tocado por el amor. La Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios. Pidamos a la santa, pidamos a la santa la gracia de superar nuestro egoísmo y pidamos la pasión de interceder para que esta atracción sea más grande en la gente y para que Jesús sea conocido y amado.”
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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