Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos encontramos con la explicación sobre la parábola dada por Ntro. Señor Jesús, Él mismo nos aclara el significado de la parábola, enseña los distintos tipos de terreno, y las dificultades para que la semilla pueda crecer y dar fruto. Que dicha más grande es el mismo Señor el que nos hace la homilia. Nos interpreta y anuncia describiéndonos el sentido.
Para esta meditación acudo al Papa Francisco que en el Ángelus del 16 de julio de 2017, nos comenta este pasaje evangélico, el Sucesor de S. Pedro nos ayuda a profundizar en el Evangelio de hoy : “El sembrador es Jesús. Notamos que, con esta imagen. Él se presenta como uno que no se impone, sino que se propone; no nos atrae conquistándonos, sino donándose: echa la semilla. Él esparce con paciencia y generosidad su Palabra… por ello la parábola se refiere sobre todo a nosotros: habla efectivamente del terreno más que del sembrador. Jesús efectúa , por así decir una “radiografía espiritual” de nuestro corazón, que es el terreno sobre el cual cae la semilla de la Palabra. Nuestro corazón, como un terreno, puede ser bueno y entonces la Palabra da fruto -y mucho- pero puede ser también duro, impermeable. Ello ocurre cuando oímos la Palabra, pero nos es indiferente, precisamente como una calle: no entra. Entre el terreno bueno y la calle, el asfalto (nos encontramos con un margen de posibilidades de terreno) … un terreno pedregoso es un terreno “donde no hay mucha tierra”, por lo que la semilla germina, pero no consigue echar raíces profundas. Así es el corazón superficial, que acoge al Señor, quiere rezar, amar y dar testimonio, pero no persevera, se cansa y no “despega” nunca. Es un corazón sin profundidad, donde las piedras de la pereza prevalecen sobre la tierra buena, donde el amor es inconstante y pasajero. Pero quien acoge al Señor solo cuando le apetece, no da fruto. Está… el terreno espinoso, lleno de zarzas que asfixian las plantas buenas. ¿Que representan estas zarzas? La preocupación del mundo y la seducción de la riqueza”… las zarzas son los vicios que se pelean con Dios, que asfixian su presencia: sobre todo los Idolos de la riqueza mundana, el vivir ávidamente, para sí mismos, por el tener y el poder. Si cultivamos estas zarzas, asfixiamos el crecimiento de Dios en nosotros. Cada uno puede reconocer a su pequeñas o grandes zarzas, los vicios que habitan en su corazón… hay que arrancarlos, o la Palabra no dará fruto, la semilla no se desarrollará… Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras zarzas…”
También hoy celebramos la memoria obligatoria de los padres de la bienaventurada Virgen María, a los santos Joaquín y Ana. El nombre de Ana significa “gracia, amor, plegaria” y Joaquín el nombre significa “el hombre a quién Dios levanta”. Desde los primeros tiempos de la iglesia ambos fueron honrados en Oriente; después se les rindió culto en toda la cristiandad. Todo lo que se conoce de ellos, incluso sus nombres, procede de la literatura apócrifa. Sufrieron mucho por no tener descendencia, suplicaron verse libres de las afrentas y que retirase de ellos la maldición de la esterilidad y prometiéndole dedicar su descendencia si Dios lo veía bien concederle entregársela a su servicio. Unido a esta memoria se encuentra la Jornada Mundial de los abuelos y personas mayores, en este año en su mensaje el Papa Francisco propone como lema: “«En la vejez no me abandones» […] podemos tener la certeza de que también estará (Dios) cerca de nosotros durante la ancianidad, tanto más porque en la Biblia envejecer es signo de bendición. […] En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente.
A todos ustedes, queridos abuelos y mayores, y a cuantos los acompañan, llegue mi bendición junto con mi oración. También a ustedes les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.”