MATEO 8, 18-22: Tú, sígueme

En aquel tiempo viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla. Se le acerco un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Otro, que era de los discípulos, le dijo: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy nos presenta dos breves relatos vocacionales. El lenguaje empleado por Ntro. Señor no es de “paños calientes”, desde un principio la claridad es evidente para no llevar a engaño desde el comienzo y origen del posible seguimiento, advierte que no es nada fácil, que debe contar con sacrificios, renuncias, hasta negarse a si mismo, le advierte de que :“el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Estas peticiones pueden parecer demasiado duras, pero en realidad expresan la novedad y la prioridad absoluta del reino de Dios. Nos resalta la radicalidad del seguimiento, desea que desde el principio se cuente con las dificultades, ante el escriba que se le presenta diciéndole que le seguirá donde vaya, a este le resalta que quien quiera seguirlo debe estar dispuesto a todo y aceptarlo todo por amor, y el otro, que era discípulo, el que le presenta una necesidad, le dice que quien quiera seguirlo no debe poner condiciones en su seguimiento, el Reino de Dios tiene que ser su prioridad.

El Papa Francisco dio una catequesis sobre este pasaje evangélico, en el ángelus del 30 de junio de 2019: “En el Evangelio de hoy, […] El evangelista nos presenta hoy a tres personajes ―tres casos de vocación, podríamos decir― que ponen de relieve lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final, totalmente.
El primer personaje le promete: «Te seguiré adondequiera que vayas». ¡Generoso! Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen guaridas y los pájaros que tienen nidos, «no tiene donde reclinar la cabeza». La pobreza absoluta de Jesús. Jesús, en efecto, ha dejado la casa de su padre y renunciado a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así, Jesús nos indica a nosotros, sus discípulos, que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino que es itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada ―¡la Iglesia es enviada!― a llevar el Evangelio a los caminos y llegar a las periferias humanas y existenciales. Este es el primer personaje.
El segundo personaje con el que Jesús se encuentra recibe la llamada directamente de Él, pero responde: «Señor, déjame que vaya primero a enterrar a mi padre». Es una petición legítima, basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre. Sin embargo, Jesús contesta: «Deja que los muertos entierren a sus muertos». Con estas palabras, deliberadamente provocadoras, tiene la intención de reafirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite retrasos, sino que requiere inmediatez y disponibilidad. Por lo tanto, la Iglesia es itinerante, y aquí la Iglesia es decidida, actúa con prontitud, en el momento, sin esperar.
[…] El acento, más bien, hay que ponerlo en el objetivo principal: ¡convertirse en discípulo de Cristo! Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no un modo de promoverse a sí mismo. […] Jesús nos quiere apasionados de él y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados. Precisamente como vivió Él.
¡Que la Virgen María, icono de la Iglesia en camino, nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y anunciar a nuestros hermanos y hermanas, con renovado amor, la Buena Nueva de la salvación!”

La vida en Cristo es siempre nueva, se basa desde la confianza, requiere abandono, entrega, solo en clave de amor y desde allí no se valora igual que el que lo percibe desde fuera, el que se implica nunca lo percibe como un espectador, – pensad en una pareja de enamorados- , ninguno se plantea que ha tenido que abandonar al resto de la humanidad por la persona que ama, desde este prisma, la invitación al seguimiento, valora lo que se recibe, no se ve como perdida, renuncia, o carga, lastre o peso. Siempre es un inmenso gozo.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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