Mc 3,1-6: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?

Entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo. Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les pregunta: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». La extendió y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy vemos como los fariseos estaban al acecho, sigue la cuestión del sábado y deseaban pruebas para acusarlo. El Señor les llama a vivir una fidelidad nueva que ponga por encima de la ley, la caridad. Jesús les interroga: ¿que esta permitido en sábado? ¿hacer lo bueno o lo malo? Quiere que sean ellos los que encuentren la respuesta y descubran que si falta el amor, no me sirve -como nos recordará S. Pablo en el himno a la caridad- El Señor busca hacerles crecer en el amor a Dios y no se queden en el mero cumplimiento de la regla. Les invita a vivir una fidelidad nueva que ponga por encima de la ley, la caridad.

Otro punto, para nuestra meditación es el encuentro con el hombre con parálisis, el Señor le mandó que extendiese el brazo, bien sabía el enfermo que lo que le estaba pidiendo no podía hacerlo, sin embargo, obedece y su fe opera el milagro. ¡Con Jesús todo es posible! La fe y el amor a Dios nos hacen alcanzar metas que antes considerábamos imposibles, problemas difíciles de resolver llegan a encontrar una solución cuando nos guiamos por la caridad. Hemos de impregnar de fe todas nuestras decisiones en la vida ordinaria, sean grandes o pequeñas. Se trata de descubrir la mano de Dios detrás de los acontecimientos, de ofrecerle con paciencia los sufrimientos y confiar en la presencia del Señor que nos acompaña. En dejar que su amor nos transforme e inunde nuestros pensamientos, entendimiento y voluntad. Tener experiencia de lo grande que está Dios obrando, en proclamar sus maravillas e irradiando su amor a los que nos rodean.

Celebramos hoy la memoria obligatoria de S. Vicente, mártir, fue diácono de la Iglesia de Zaragoza. Sufrió el arresto junto al obispo Valerio, obispo de Zaragoza. A los veintidós años, el obispo, le eligió diácono y le confió el cuidado de la predicación, por orden del gobernador romano Dacio, habían jurado exterminar la religión cristiana. En 303 se publica el primer edicto imperial: mandó prender al obispo y al diácono Vicente, ordenó conducirlos a pie hasta Valencia, haciéndoles padecer hambre y sed. En el largo viaje, los soldados les afligieron con toda clase de malos tratos, sufrió un atroz martirio en Valencia, le desnudaron, y le azotaron con tal saña, que las cuerdas y ruedas, rompieron los nervios del mártir; le descoyuntaron sus miembros, y desgarraron sus carnes con uñas y garfios de hierro. Mientras lo torturaban, el juez intimaba al mártir a abjurar. Vicente rechazaba sus propuestas.

El martirio de san Vicente fue la semilla de la Iglesia en Valencia; en lugar de temor suscitó admiración, de modo que su sepulcro fue el centro de la primera comunidad y, cuando esta se institucionalizó y creció, el mártir se convirtió en el patrono de la misma. El martirio de san Vicente en el año 304, el joven diácono viene a ser el padre en la fe de Valencia. La Santa Sede declaró 2003 año santo en Valencia por la celebración de los 1.700 años de su martirio.

Es mencionado en la Martirologio Romano y en la letanía de los santos. En la iconografía aparece con la dalmática de diácono. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta en sus manos la palma de los mártires.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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