Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Algunos han querido utilizar el pasaje del Evangelio de hoy para arremeter contra la virginidad de la Santísima Virgen, no lo ves, lo dice el Evangelio, Jesucristo tenia hermanos; por si vale para iluminar el texto, es importante saber que en el uso lingüístico hebreo y arameo aplicaba el termino “hermano” a los primos y parientes próximos, sabiendo esto, no tenemos ningún ataque, ni se pone en tela de juicio el dogma de los católicos.
Segundo punto, la respuesta dada por Jesús a su propia pregunta no hay ningún menosprecio por su madre, María, sino que, se evidencia la prioridad que ha de tener el reino de Dios incluso sobre los vínculos familiares. Al proclamar Jesús como familiar suyo a todo el que cumple la voluntad de Dios, muy lejos de rechazar a su propia madre María, está ensalzándola. Porque ella fue la primera que cumplió la voluntad de Dios en su vida con su “HAGASE”. Y nadie mejor que Ella busco e hizo suya la voluntad de Dios. “Que se cumpla en mí tu palabra”.
¡Qué grande es el amor de Dios que nos hace miembros de su familia! Sólo nos pide que le amemos. Que pongamos su voluntad en primer lugar. Sí, la voluntad de Dios debe ser nuestra norma suprema, por encima del ambiente, de las costumbres del mundo, de nuestros caprichos. Abrazar aquello que nos ayuda a cumplir la voluntad de Dios y rechazar lo que nos estorba para seguir esa voluntad. Que suerte poder entrar a formar parte de la familia de Dios cuando deseamos y buscamos su voluntad. Que dicha contar con la ayuda de Nuestra Madre para aprender de Ella en el seguimiento de su Hijo.
También hoy celebramos a Santo Tomás. Voy a valerme de algunas indicaciones dadas por el Papa Benedicto XVI en su audiencia del 2 de junio de 2010: “…Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural..Los estudiantes, como se puede comprender, estaban entusiasmados con sus clases. Uno de sus ex alumnos declaró que era tan grande la multitud de estudiantes que seguía los cursos de Tomás, que a duras penas cabían en las aulas; y añadía, con una anotación personal, que «escucharlo era para él una felicidad profunda» …Tomás no sólo se dedicó al estudio y a la enseñanza, sino también a la predicación al pueblo. Y el pueblo de buen grado iba a escucharle. Es verdaderamente una gran gracia cuando los teólogos saben hablar con sencillez y fervor a los fieles. El ministerio de la predicación, por otra parte, ayuda a los mismos estudiosos de teología a un sano realismo pastoral, y enriquece su investigación con fuertes estímulos.
Los últimos meses de la vida terrena de Tomás están rodeados por una clima especial, incluso diría misterioso. En diciembre de 1273 llamó a su amigo y secretario Reginaldo para comunicarle la decisión de interrumpir todo trabajo, porque durante la celebración de la misa había comprendido, mediante una revelación sobrenatural, que lo que había escrito hasta entonces era sólo «un montón de paja». Se trata de un episodio misterioso, que nos ayuda a comprender no sólo la humildad personal de Tomás, sino también el hecho de que todo lo que logramos pensar y decir sobre la fe, por más elevado y puro que sea, es superado infinitamente por la grandeza y la belleza de Dios, que se nos revelará plenamente en el Paraíso. Unos meses después, cada vez más absorto en una profunda meditación, Tomás murió mientras estaba de viaje hacia Lyon, a donde se dirigía para participar en el concilio ecuménico convocado por el Papa Gregorio x. Se apagó en la abadía cisterciense de Fossanova, después de haber recibido el viático con sentimientos de gran piedad.
La vida y las enseñanzas de santo Tomás de Aquino se podrían resumir en un episodio transmitido por los antiguos biógrafos. Mientras el Santo, como acostumbraba, oraba ante el crucifijo por la mañana temprano en la capilla de San Nicolás, en Nápoles, Domenico da Caserta, el sacristán de la iglesia, oyó un diálogo. Tomás preguntaba, preocupado, si cuanto había escrito sobre los misterios de la fe cristiana era correcto. Y el Crucifijo respondió: «Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?». Y la respuesta que dio Tomás es la que también nosotros, amigos y discípulos de Jesús, quisiéramos darle siempre: «¡Nada más que tú, Señor!».