En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos encontramos con el envío de los apóstoles , con las claves o pautas para la misión.
Traigo, primeramente, la catequesis dada por el Papa Francisco sobre este pasaje evangélico, en el ángelus del 15 de julio de 2018: “El Evangelio de hoy narra el momento en el que Jesús envía a los Doce en misión. Después de haberles llamado por su nombre uno por uno, «para que estuvieran con él» escuchando sus palabras y observando sus gestos de sanación, entonces les convoca de nuevo para «enviarlos de dos en dos» a los pueblos a los que Él iba a ir. Son una especie de «prácticas» de lo que serán llamados a hacer después de la Resurrección del Señor con el poder del Espíritu Santo. El pasaje evangélico se detiene en el estilo del misionero, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro.
El discípulo misionero tiene antes que nada su centro de referencia, que es la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie de verbos que tienen Él por sujeto —«llama», «comenzó a mandarlos», «dándoles poder», «ordenó», «les dijo» —, así que el ir y el obrar de los Doce aparece como el irradiarse desde un centro, el reproponerse de la presencia y de la obra de Jesús en su acción misionera. Esto manifiesta cómo los apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni propias capacidades que demostrar, sino que hablan y actúan como «enviados», como mensajeros de Jesús.
Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. […] Ningún cristiano anuncia el Evangelio «por sí», sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandado de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.
La segunda característica del estilo del misionero es, por así decir, un rostro, que consiste en la pobreza de medios. Su equipamiento responde a un criterio de sobriedad. Los Doce, de hecho, tienen la orden de «que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja». El Maestro les quiere libres y ligeros, sin apoyos y sin favores, seguros solo del amor de Él que les envía, fuerte solo por su palabra que van a anunciar. […] Y a este «rostro» pertenece también la forma en la que es acogido el mensaje: puede, de hecho, suceder no ser escuchados o acogidos. También esto es pobreza: la experiencia del fracaso. La situación de Jesús, que fue rechazo y crucificado, prefigura el destino de su mensajero. Y solo si estamos unidos a Él, muerto y resucitado, conseguimos encontrar la valentía de la evangelización.”
Después de un tiempo con el Señor son mandados a testimoniar lo que han visto y oído, comenzando por su propias vidas, lo grande que ha estado el Señor con cada uno de ellos. Dar testimonio de la persona de Cristo y del poder de su presencia. No es cuestión de teoría sino de la actuación y el poder de transformación llevado a cumplimiento en sus vidas.
Por esto, las indicaciones del Señor no son teóricas, sino extremadamente prácticas. Más que preocuparse por lo que han de decir, Jesús se preocupa por lo que es necesario que sean. Para ser creíble y fecundo, todo el anuncio cristiano requiere el testimonio de la vida. Son mandados de dos en dos, para poder dar testimonio de fraternidad, comunidad, viendo cómo lo hacen realidad pueden llegar a ser creíbles. Importante que los medios sean pobres, testimoniar que su fuerza no esta en los medios sino en la Palabra de Dios, vivir como el peregrino, ligero de equipaje. La pobreza entendida como renuncia a todo, para afirmar la riqueza del tesoro encontrado en el Señor Jesús. La pobreza, así, se hace la condición para amar. Precisamente en la pobreza del ser del hombre, Dios realiza maravillas; en la finitud de nuestro ser humano, Dios ofrece todo de sí mismo.
Importante para el evangelizador que su vida hable de Dios, se vea acompañado por los signos, los mismos del Señor, cercano a los enfermos, a los que sufren, liberando de múltiples esclavitudes, luchando contra el mal, en pugna y batalla contra el demonio, contra el espíritu del mal, en combate al espíritu de nuestro mundo.
Es domingo, día del Señor. Que la Santísima Virgen María, la humilde Esclava del Señor, la que ha dicho “fiat” delante del misterio, nos conceda dar siempre nuestro “sí” y participar así de la gloria divina.