¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy, al ponernos el ejemplo de esos niños, nos esta colocando delante de nosotros, nuestros “caprichos”, en definitiva nuestro actuar muchas veces infantil, niños que no saben lo que quieren. Nuestro Señor al referirse a los niños, no los pone como modelo a seguir, -como otras veces-, sino más bien, pone el acento en la postura infantil, caprichosa, exigente…echa en cara a los de su generación: sois como críos. ¿Y nuestra generación cómo es? ¿También se resiste a acoger la Palabra de Dios?. ¿Tiene otras prioridades? ¿Critica, murmura, desde el desconocimiento? ¿Busca la Verdad? ¿Tiene prejuicios ante lo que “huela” a cristiano o religioso?
Al Bautista con su austeridad le acusan de extraño endemoniado; y a Cristo con su sencillez, que le gusta compartir la vida y la comida de los hombres, se le acusa de glotón o comilón. Queda patente que cuando el fin último es buscar una justificación, venga quien venga, haga lo que haga, diga lo que diga,… cuando falta autenticidad, búsqueda de la verdad, sencillez, hay mucha dificultad para creer, confiar y amar…, habrá siempre salidas en buscar justificaciones y excusas para no creer. Se inventan siempre algún pretexto para no aceptar el mensaje de Dios anunciado por Jesús. De hecho, es relativamente fácil encontrar argumentos y pretextos para rechazar con tal de quedar yo justificado.
Otro de los acentos que nos presenta el ejemplo de los niños es el preguntarnos si sabemos descubrir lo bueno de los demás o si hacemos con facilidad juicios temerarios de los otros. Esforcémonos por crecer en la caridad, en el amar a los demás por medio de la palabra. Cuidemos para que nuestros comentarios sobre las personas sean prudentes, con respeto y cargados de caridad. Busquemos difundir siempre lo positivo que hay en los otros. No permitamos que en nuestras conversaciones se dé la crítica o la murmuración. El cuidado de nuestra lengua exige mucha virtud. Cultivemos la bondad de corazón para pensar bien de los demás, comprender y perdonar siempre. Evitemos en la medida de nuestras posibilidades el hablar mal de nadie, no hace bien y no nos hace bien.