Fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Celebramos hoy la festividad de S. José Obrero, fue el Papa Pío XII, en 1955 quien quiso que el Santo Custodio de la Sagrada Familia, “sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios , y escudo para tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”. Fue establecida esta fiesta en el calendario litúrgico por el Papa para acentuar la dignidad del trabajo y dar a todos los trabajadores un modelo y un protector.
Recurro una vez más a la catequesis dada por el P. Francisco, en el ángelus del 4 de julio de 2021, lo hace sobre el pasaje evangélico de hoy: “El Evangelio que leemos en la liturgia […] nos habla de la incredulidad de los paisanos de Jesús. Él, después de haber predicado en otros pueblos de Galilea, vuelve a Nazaret, donde había crecido con María y José; y, un sábado, se pone a enseñar en la sinagoga. Muchos, escuchándolo, se preguntan: “¿De dónde le viene toda esta sabiduría dada? Pero, ¿no es el hijo del carpintero y de María, es decir, de nuestros vecinos a los que conocemos bien?”. […] Detengámonos en la actitud de los paisanos de Jesús. Podemos decir que ellos conocen a Jesús, pero no lo reconocen. Hay diferencia entre conocer y reconocer. De hecho, esta diferencia nos hace entender que podemos conocer varias cosas de una persona, hacernos una idea, fiarnos de lo que dicen los demás, […] Es un riesgo que todos corremos: pensamos que sabemos mucho de una persona, y lo peor es que la etiquetamos y la encerramos en nuestros prejuicios. De la misma manera, los paisanos de Jesús lo conocen desde hace treinta años y ¡piensan que lo saben todo! “¿Pero este no es el joven que hemos visto crecer, el hijo del carpintero y de María? ¿Pero de dónde le vienen estas cosas?”. La desconfianza. En realidad, no se han dado nunca cuenta de quién es realmente Jesús. Se detienen en la exterioridad y rechazan la novedad de Jesús.
Y aquí entramos precisamente en el núcleo del problema: cuando hacemos que prevalezca la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios, es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender. Nosotros controlamos, con la costumbre, con los prejuicios. Al final sucede que muchas veces, de la vida, de las experiencias e incluso de las personas buscamos solo confirmación a nuestras ideas y a nuestros esquemas, para nunca tener que hacer el esfuerzo de cambiar. Y esto puede suceder también con Dios, precisamente a nosotros creyentes, a nosotros que pensamos que conocemos a Jesús, que sabemos ya mucho sobre Él y que nos basta con repetir las cosas de siempre. Y esto no basta con Dios. Pero sin apertura a la novedad y sobre todo —escuchad bien— apertura a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga y se convierte en una costumbre, una costumbre social. He dicho una palabra: el asombro. ¿Qué es el asombro? El asombro es precisamente cuando sucede el encuentro con Dios: “He encontrado al Señor”.
[…] Al final, ¿por qué los paisanos de Jesús no lo reconocen y no creen en Él? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo? Podemos decir, en pocas palabras, que no aceptan el escándalo de la Encarnación. No lo conocen, este misterio de la Encarnación, pero no aceptan el misterio. […] He aquí el escándalo: la encarnación de Dios, su concreción, su “cotidianidad”. […] queridos hermanos y hermanas, Dios se ha encarnado: Dios es humilde, Dios es tierno, Dios está escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y entonces, a nosotros nos sucede como a los paisanos de Jesús, corremos el riesgo de que, cuando pase, no lo reconozcamos. Vuelvo a decir una bonita frase de San Agustín: “Tengo miedo de Dios, del Señor, cuando pasa”. Pero, Agustín, ¿por qué tienes miedo? “Tengo miedo de no reconocerlo. Tengo miedo del Señor cuando pasa. Timeo Dominum transeuntem”. No lo reconocemos, nos escandalizamos de Él. Pensemos en cómo está nuestro corazón respecto a esta realidad.”El Evangelio de hoy nos muestra como sus paisanos se escandalizan, el pueblo que le vio crecer manifiesta su dureza de corazón a la hora de creer, por un lado, se asombran de su sabiduría y, por otra parte, se resisten; y concluye el pasaje evangélico con la advertencia de que “no hizo allí muchos milagros por su falta de fe”.
Aunque Dios tenga el poder de transformarnos, no puede actuar, si nuestra libertad no se lo permite. Sus paisanos se vieron privados de mas acciones de Dios por su incredulidad, se perjudicaron por su resistencia, es toda una invitación a confiar, a no tener miedo de creer, de esperar, de amar. El mayor perjudicado es uno mismo cuando no dejamos a Dios ser Dios en nuestra vida, desde nuestra libertad podemos abrir o cerrar nuestro corazón a los regalos que Dios nos hace, lógicamente, el ejercicio de nuestra libertad tendrá consecuencias para uno mismo y para los que le rodean.