Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Una misma fiesta para las dos grandes columnas de nuestra fe. Ambos –Pedro y Pablo- suponen dos estilos distintos para una misma vocación misionera. Pedro hombre sin estudios, vivía del trabajo de sus manos, era pescador; en cambio Pablo como él mismo nos narra en su vocación, persona docta, de la escuela de Gamaliel. Sin embargo el Señor es quien llama y cuenta con cada uno de ellos. Pablo no iba buscando al Señor, fue el Señor quien le salió al paso en su iglesia: “¿Por qué me persigues?”. A partir de ese encuentro con el Resucitado, su vida se transforma, su vida cambia, y de perseguidor pasa a ser perseguido, a ir a la cárcel, a ser apaleado por formar parte de ese grupo de seguidores de Cristo. Tocados por el Señor, se convirtieron en dos enamorados de Él hasta el martirio en Roma.
Ellos nos dan ejemplo que la autoridad es servicio, a ejemplo de Cristo mismo, que no vino a ser servido sino a servir. Uno con el pueblo judío y el otro con los gentiles, con los no creyentes. Pero ambos necesarios.
S. Pedro nos invita a confesar y testimoniar la fe. “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Tu eres nuestro único Redentor”. “El relato Evangélico de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea, -como la vida de cada uno de nosotros- se abre, florece plenamente cuando acoge a Dios la gracia de la fe. Entonces, Simón se pone en camino – un camino largo y duro- que le llevará a salir de si mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: “Yo he pedido por ti” para que tu fe no se apague”. Tengamos presente hoy de una manera especial rezar por el sucesor de S. Pedro, recemos por el Papa Francisco, acojamos la invitación de su suplica tan reiterada de “Rezar por mí”. Para que el Señor lo sostenga en su misión de servicio a la unidad de la Iglesia en la fe y en la comunión.