Mt 18, 15-20: Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas

Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN: 
El Evangelio de hoy nos presenta el tema de la corrección fraterna en la comunidad de los creyentes. El Papa Francisco en el ángelus del 10 de septiembre de 2014 comenta este pasaje: “La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad y atención respecto a quien ha cometido una falta, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano. Porque, vosotros lo sabéis, también las palabras matan. Cuando hablo mal, cuando hago una crítica injusta, cuando «le saco el cuero» a un hermano con mi lengua, esto es matar la fama del otro. También las palabras matan. […] ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Todos. Jesús, en efecto, nos dijo que no juzguemos. La corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en la comunidad cristiana, es un servicio mutuo que podemos y debemos prestarnos los unos a los otros. Corregir al hermano es un servicio, y es posible y eficaz sólo si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La conciencia misma que me hace reconocer el error del otro, antes aún me recuerda que yo mismo me equivoqué y me equivoco muchos veces.”
A la hora de corregir te ayudara el pensar de que forma te gustaría ser corregido, normalmente no solemos acoger de buen grado las correcciones, sin embargo,  nuestros defectos los suelen sufrir los otros y casi siempre los que más cerca tenemos. La corrección debe realizarse según la clave que nos presenta Pablo en la segunda lectura de la Misa: el amor. “A nadie debáis nada, más que amor…” Uno que ama a su prójimo no le hace daño. El que ama procurará corregir con delicadeza, lo hará no para herir, buscará el momento, las palabras, se encomendará en la oración y lo hará siendo consciente que el primero en equivocarse es uno mismo, con lo cual no puede faltar la humildad. Siempre con amor y desde el amor.
  También contamos con la catequesis dada por el Papa Benedicto XVI en el ángelus del 4 de septiembre del 2011: “el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad recíproca, por lo cual, si mi hermano comete una falta contra mí, yo debo actuar con caridad hacia él y, ante todo, hablar con él personalmente, haciéndole presente que aquello que ha dicho o hecho no está bien. Esta forma de actuar se llama corrección fraterna: no es una reacción a una ofensa recibida, sino que está animada por el amor al hermano.[…] ¿Y si el hermano no me escucha? Jesús en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: ante todo vuelve a hablarle junto a dos o tres personas, para ayudarle mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si, a pesar de esto, él rechaza la observación, es necesario decirlo a la comunidad; y si tampoco no escucha a la comunidad, es preciso hacerle notar el distanciamiento que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la Iglesia. Todo esto indica que existe una corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está llamado a acoger la corrección fraterna y ayudar a los demás con este servicio particular.
Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración en común. Dice Jesús: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». La oración personal es ciertamente importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que —incluso siendo muy pequeña— es unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios uno y trino, perfecta comunión de amor. […] Debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, como en la oración, para que suba a Dios desde una comunidad verdaderamente unida en Cristo.”
Es domingo, el día del Señor, ¡Feliz domingo! Es posible que si vives en Murcia, en su vega o en la huerta, escuches un Evangelio distinto,  el pasaje de Jn 7, 37-39a:
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó:
– «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».
Dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él.
El motivo o la causa es que celebramos a nuestra patrona la Bienaventurada Virgen María , bajo la advocación de la Virgen de la Fuensanta, la mirada de los murcianicos se dirige con agradecimiento a su Reina y Señora de sus corazones y de sus vidas. Y desean iniciar este nuevo curso bajo su protección y amparo.
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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