Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo». Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy, seguimos con el pasaje del joven rico, los discípulos han entendido que el aviso es para todos, la pregunta que lanza es sobre la salvación, y la respuesta dada por Ntro. Señor es que “lo que es imposible para los hombres es posible para Dios”, que lo puede todo. Esta claro que el hombre no puede salvarse por su cuenta; Dios es el único que salva, se nos entrega, se nos regala, todo es gracia. El reino de Dios no se gana como pensaba el joven, con los propios méritos y bienes, sino que se recibe gratuitamente de Dios. Él da su amor y su Reino a quien se abandona en sus manos y lo deja todo por seguirle a Él y su Evangelio.
La segunda parte nos habla de recompensa. Y el Señor habla de la generosidad inmensa de Dios. En generosidad nadie gana al Señor, habla del ciento por uno. Es importante que descubramos la perla preciosa, el tesoro que nos regala el Señor, y no vivamos como renuncia, acentuando lo que dejamos sino más bien como ganancia, todo lo que Él nos aporta a cada uno de nosotros y recuerda que amar significa no encerrarse en sí mismo, no guardar nada para sí mismo, sino entregarse, abrir nuestro corazón a los demás, ponernos a disposición de los otros.
Tenemos la homilia dada en Santa Marta por el P. Francisco el 26 de mayo de 2015 sobre este dialogo de Pedro con Jesús: “ […] Y he aquí el pasaje evangélico de la liturgia, con Pedro que asegura a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Como si dijese: «Y a nosotros, ¿qué? ¿Cuál será nuestro salario? Lo hemos dejado todo».[…] «La gratuidad en el seguimiento de Jesús es la respuesta a la gratuidad del amor y salvación que nos da Él» «Cuando se quiere estar con Jesús y con el mundo, con la pobreza y con la riqueza», surge «un cristianismo a medias, que busca la ganancia material: es el espíritu de la mundanidad»[…] «la clave para comprender este discurso de Jesús —cien veces más, pero con la cruz— es la última expresión: “Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros”». Y «esto es lo que dice del servicio: “Quien se cree o quien es el más grande entre vosotros, que sea servidor: el más pequeño»[…] «Seguir a Jesús desde el punto de vista humano no es un buen negocio: se trata de servir»[…] «Son tres cosas, tres escalones, los que nos alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo»[…] «Por ello las riquezas son tan peligrosas: te llevan inmediatamente a la vanidad y te crees importante»; pero «cuando te crees importante, se te sube a la cabeza y te pierdes». Es por ello que Jesús nos recuerda el camino: «Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros, y quien es el primero entre vosotros que sea el servidor de todos». Es «un camino de abajamiento», el mismo camino «recorrido por Él».
A «Jesús este trabajo de catequesis a los discípulos le costó mucho, mucho tiempo porque no entendían bien» […] «también nosotros tenemos que pedir a Él que nos enseñe este camino, esta ciencia del servicio, esta ciencia de la humildad, esta ciencia de ser los últimos para servir a los hermanos y a las hermanas de la Iglesia».
[…] «el precio que Él nos dará será asemejarnos a Él: este será el “salario”». Y «asemejarse a Jesús», concluyó, es un «gran salario».”