Pues el reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a jornaleros a trabajar en su viña. Y al atardecer da a todos el mismo jornal, un denario, suscitando la protesta de los de la primera hora. Es evidente que este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos.
Contamos con la explicación dada por el Papa Benedicto XVI a este pasaje evangélico en el ángelus del 21 de septiembre de 2008: “Un primer mensaje de esta parábola es que el propietario no tolera, por decirlo así, el desempleo: quiere que todos trabajen en su viña. Y, en realidad, ser llamados ya es la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye de por sí un premio inestimable, que compensa por toda fatiga. Pero eso sólo lo comprende quien ama al Señor y su reino; por el contrario, quien trabaja únicamente por el jornal nunca se dará cuenta del valor de este inestimable tesoro.”
Y también el Papa Francisco en el ángelus del 24 de septiembre de 2017 nos imparte una catequesis sobre este mismo evangelio: “ En el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y todos tendrán al final la compensación que viene de la justicia divina —no humana, ¡por fortuna!—, es decir, la salvación que Jesucristo nos consiguió con su muerte y resurrección. Una salvación que no ha sido merecida, sino donada, para la que «los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos».
Con esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los «pensamientos» y por los «caminos» de Dios que, como recuerda el profeta Isaías no son nuestros pensamientos y no son nuestros caminos.”
En la homilia de ese mismo día el Papa Francisco profundiza en “Dios sale para encontrarnos. Durante cinco veces se habla en este pasaje de la salida: la salida de Dios, el jefe de casa, que va a buscar jornaleros para su viña. Y la jornada es la vida de una persona, y Dios sale por la mañana, a media mañana, a mediodía, por la tarde, hasta las cinco. No se cansa de salir. Nuestro Dios no se cansa de salir para buscarnos, para hacernos ver que nos ama. […] Él no se cansa de salir, salir… Él respeta la libertad de cada hombre pero está allí, esperando que nosotros le abramos un poquito la puerta. Y esto es lo grande del Señor: es humilde. Nuestro Dios es humilde. Se humilla esperándonos. Está siempre allí, esperando. Todos nosotros somos pecadores y todos necesitamos el encuentro con el Señor: un encuentro que nos dé fuerza para andar adelante, ser mejores, simplemente. Pero estemos atentos. Porque Él pasa, Él viene y sería triste que Él pasase y nosotros no nos diéramos cuenta de que Él está pasando. Y pidamos hoy la gracia: «Señor, que yo esté seguro de que Tú estás esperando. Sí, esperándome, con mis pecados, con mis defectos, con mis problemas». Todos tenemos, todos. Pero Él está ahí: está ahí, siempre. El peor de los pecados creo que es no entender que Él está siempre ahí esperándome, no tener confianza en este amor: la desconfianza en el amor de Dios.”
La invitación que el Señor nos hace a trabajar en su viña es apremiante y dirigida para todos. Dios quiere que descubramos todo el bien que nos aporta, descubramos su invitación a la plenitud de la alegría, del amor… Descubrir el tesoro de su amor nos lleva a no pasar factura, a no exigir nada, a gozar con lo que se nos entrega, a no compararnos con nadie, a querer corresponder a tanto amor.