Entonces se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
El Evangelio de este domingo nos presenta la parábola de las diez vírgenes que salieron al encuentro del esposo. Nos llama la atención que no quisieran compartir un grupo con el otro que les faltaba el aceite. ¿qué representa este “aceite” para despertar ese actuar de las vírgenes llamadas prudentes? S. Agustín y otros padres de la iglesia ven en él un símbolo del amor, que no se puede comprar, y es intransferible, yo no puedo amar por ti, cada uno responderemos de nuestras acciones, y como nos recuerda S. Pablo en el himno de la caridad, si me falta el amor, no me sirve, no es grato a Dios, aunque pudiera estar en el grupo que sale en búsqueda del esposo, si me falta el aceite, me falta el mandamiento nuevo, el que cumple toda la ley y los profetas, del que seré examinado en mi encuentro con Él. Si nuestra fe no se materializa en una entrega por amor, algo esta fallando. Que no nos falte el amor, aunque siempre andamos faltos de amar más y mejor. Que no tengamos que oír de boca de Ntro. Señor: “No os conozco”. Todavía estamos en el tiempo de salvación, todavía podemos intensificar nuestra búsqueda de la voluntad de Dios y querer lo que a Él le agrada, querer lo que Dios quiera. Que no se haga mi voluntad sino la tuya. Lo que Dios quiera, como Dios quiera y cuando Dios quiera (-como le gustaba expresar a la madre Santa Maravillas de Jesús-).
Acudo a la explicación dada por el Papa Francisco en el ángelus del 12 noviembre 2017: “En este domingo, el Evangelio nos indica las condiciones para entrar en el Reino de los cielos y lo hace con la parábola de las diez vírgenes […] ¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús insta a velar y lo hace también al final de este relato. Dice así: «Velad pues, porque no sabéis ni el día ni la hora». Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir, sino estar preparados; […] se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? Debo hacer esto y esto… prepararse como si fuera el último día: esto hace bien.
La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. […] La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe.”
Celebramos hoy el Día de la Iglesia Diocesana bajo el lema: “Orgullosos de nuestra fe”, nuestro obispo nos invita a celebrar esta jornada de la Iglesia Diocesana sintiéndonos familia: «Somos la Iglesia, el Pueblo de Dios que acepta a Jesús como Señor y al Evangelio como estilo de vida».
Tenemos muchos motivos de agradecimiento a esta gran familia que es el Pueblo de Dios , el Cuerpo Místico de Cristo, templo de Dios,… por lo que es y hace la iglesia, -lo que se ve y lo que realiza sin que se conozca, siempre buscando la Gloria de Dios, como ofrenda a su santo Nombre- también para orar y colaborar como “piedras vivas” participando, implicándonos ayudando al sostenimiento de la Iglesia Diocesana.