Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos»
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Celebramos hoy la solemnidad de la Santísima Trinidad. Dios se revela a si mismo. Es la intimidad de Dios mismo, Dios es comunidad de amor, Él no es soledad, sino comunión, relación.
Acudimos a la voz del magisterio de la Iglesia y nos vamos a acercar a través de la voz de nuestros últimos Papas, comenzamos con las palabras de San Juan Pablo II, dichas en el ángelus del 15 de junio de 2003:
“Este domingo, que sigue al de Pentecostés, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. La unidad y la trinidad de Dios es el primer misterio de la fe católica. Llegamos a él al final de todo el camino de la revelación, que se realizó en Jesús: en su encarnación, pasión, muerte y resurrección”.
Seguimos con las palabras dichas en el ángelus del 7 de junio 2009 por el Papa Benedicto XVI:
“Hoy contemplamos la Santísima Trinidad tal como nos la dio a conocer Jesús. Él nos reveló que Dios es amor «no en la unidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia» (Prefacio): es Creador y Padre misericordioso; es Hijo unigénito, eterna Sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros; y, por último, es Espíritu Santo, que lo mueve todo, el cosmos y la historia, hacia la plena recapitulación final. Tres Personas que son un solo Dios, porque el Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que se entrega y comunica incesantemente.”
Y terminamos con las palabras del Papa Francisco, vamos a tomar dos referencias, en dos momentos distintos, una primera en el ángelus del 26 mayo 2013:
“La Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con el que Dios mismo se ha revelado, no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es justamente Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de Israel y Jesús ha caminado siempre con nosotros y nos ha prometido el Espíritu Santo que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que dentro de nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones.”
Y en el ángelus del 15 de junio de 2014:
“Todos estamos llamados a testimoniar y anunciar el mensaje de que «Dios es amor», de que Dios no está lejos o es insensible a nuestras vicisitudes humanas. Está cerca, está siempre a nuestro lado, camina con nosotros para compartir nuestras alegrías y nuestros dolores, nuestras esperanzas y nuestras fatigas. Nos ama tanto y hasta tal punto, que se hizo hombre, vino al mundo no para juzgarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. Y este es el amor de Dios en Jesús, este amor que es tan difícil de comprender, pero que sentimos cuando nos acercamos a Jesús. Y Él nos perdona siempre, nos espera siempre, nos quiere mucho. Y el amor de Jesús que sentimos, es el amor de Dios.”
Unida a esta solemnidad celebramos la Jornada pro Orantibus, un día especial para recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Esta vida escondida a ellos le debemos tanto bien que nos hacen, con su vida consagrada a la oración, contemplación y servicio. El lema propuesto para este año: «Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”. De una manera mas insistente, clamamos al Dueño de la mies, para que custodie a estas hermanas nuestras en su amor, las bendiga con nuevas vocaciones, las aliente en la fidelidad cotidiana y les mantenga la alegría de la fe.