En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
El Señor nos advierte en el Evangelio sobre los falsos profetas. El tiempo suele sacar a la luz la verdad y cada uno queda en su sitio. Importante ver el desenlace de la vida, ver los sentimientos que le mueve, sus acciones, intereses y obras. Los frutos del espíritu de Dios -nos recuerda S. Pablo- son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad amabilidad y dominio de sí. (Ga 5,22). ¿Y cuales son los frutos por los que se conoce al discípulo de Jesús? La practica de las bienaventuranzas, el perdón y el amor a todos, -incluso a los que nos desean mal-, la limosna, el desprendimiento, la oración, el no juzgar.
El amor nos modela, nos transforma y aunque los frutos no son lo más importante, es verdad, como nos recuerda, Santiago, el apóstol, ellos muestran nuestra fe, si es el amor es el que nos mueve, no podrá uno menos que dejarse modelar por el pensar, hablar y actuar de Ntro. Señor, queriendo imitar al que nos muestra el camino a seguir. El Señor nos recuerda que el que me ama, guarda mis mandatos. El amor siempre quiere complacer al amado, no lleva cuentas del mal, vence al mal a fuerza de bien, busca el perdón, intenta ponerse en el lugar del otro, justifica, incluso, intercede por los que le hacen mal, “no saben lo que hacen”, ora por ellos.
El Papa Francisco en el mensaje para la cuaresma del 2018 advierte contra los falsos profetas: “[…] No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira», presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.[…] Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros? Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males»; a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos. […] El amor se enfría también en nuestras comunidades […] traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.[…] Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.”
S. Francisco de Sales comenta este pasaje en la introducción a la vida devota: “El corazón es bueno cuando tiene buenos sentimientos, y los sentimientos son buenos cuando producen buenos frutos, actos buenos. Si esas consolaciones nos van haciendo más humildes, más pacientes, más caritativos, más compasivos, más ardorosos en mortificar nuestras malas tendencias, más fieles en nuestras resoluciones, más obedientes, más sencillos en nuestra manera de vivir…entonces, sin duda alguna, viene de Dios. Pero si esas “dulzuras” son solamente dulces para nosotros, si nos van haciendo curiosos, amargos, insoportables, impacientes, tercos, orgullosos, presuntuosos, duros para con los hermanos; si, al creernos santitos rechazamos todo consejo y advertencia…entonces, esas consolaciones indudablemente son falsas y malas, porque un árbol bueno sólo produce frutos buenos.”. (No busques el consuelo, sino al que consuela).