Anunciar a Cristo siempre

«Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios adonde Él había de ir y les dijo: Id y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros.» (Lc 10, 1).

Ese fue el mensaje de esperanza que aquellos discípulos, enviados por Jesús, llevaron a los lugares a los que fueron y esa fue la misión del equipo que iba a impartir el CURSILLO DE CRISTIANDAD NÚMERO UNO PARA PRIVADOS DE LIBERTAD que, por la infinita misericordia de Dios, hemos tenido la dicha de celebrar en el Centro penitenciario “Campos del Río” de la Región de Murcia, durante los días 6, 8, 10 y 11 de Diciembre del pasado año 2022.

Tal y como sucede en todos los cursillos, el Señor elige a un reducido número de personas limitadas, torpes y pecadoras y las envía en su nombre para que sean instrumento y cauce por los que Él pretende llegar a muchos corazones, y en esta ocasión la pobreza del equipo, fue mayor que nunca pues así quedó claro y patente que todo ha sucedido gracias a la acción directa del Espíritu Santo, que en todo momento ha precedido, iluminado e impulsado el devenir de este primer cursillo que se celebra en España para privados de libertad.

Con tres palabras podemos resumir lo que este cursillo ha supuesto para el Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena: LLAMADA, EXPERIENCIA Y SIMIENTE”.

Llamada en la medida que fue un aldabonazo fuerte y contundente que el Señor hizo a nuestros dirigentes por medio del Capellán del citado centro penitenciario, que les dijo: “Un grupo de internos necesita ayuda y vosotros podéis dársela” y aquello removió los corazones resonando aquellas palabras de San Juan de la Cruz que decía: “¿Qué hacéis? ¿En qué os entreteneis?”.

Como suele suceder, la cosa empezó como una sugerencia… después pasó a posibilidad… luego comenzó a encenderse la ilusión… y a partir de ahí empezaron a abrirse puertas, llovieron facilidades y todo comenzó a discurrir como un tren por sus raíles, en todo momento nos hemos visto impulsados, dirigidos y protegidos por la mano misericordiosa de Dios y bajo el manto de la todopoderosa intercesión de nuestra Madre María Inmaculada, que tuvo a bien convocarnos, precisamente, en torno al día de su fiesta: El ocho de Diciembre.

Experiencia porque todo ha sido nuevo, había que imaginar, estudiar, proyectar, y concretar medios, reducir tiempos y sobre todo adaptar actitudes y criterios con el fin de que, respetando el kerigma de nuestro movimiento, la labor de pasillo, los esquemas de los rollos y ajustando el horario, pudiéramos presentar con fuerza y sobre todo de manera vivencial el mensaje de que Cristo vive, les ama y quiere entrar en sus vidas para transformarlas y para darles sentido, incluso en las circunstancias por las que la vida les está haciendo pasar, o sea, ser primer anuncio en aquella “periferia” a la que el Papa Francisco tanto nos está llamando a evangelizar.

A las personas recluidas en un centro penitenciario, por las circunstancias a las que se ven sometidas, no se les puede ir con palabras, teorías y doctrinas apoyadas en vivencias, debe ser al revés, deben llevarse vivencias que evidencien, tanto con fracasos como con éxitos, el intento fuerte por cumplir con el mandato de Cristo y la misión de la Iglesia: “Id al mundo entero y sed testigos de mi resurrección”.

Si en un cursillo debe ser grande la unión y el amor entre los integrantes del equipo, en estos cursillos es imprescindible que ese amor sobrepase y rebose del equipo envolviendo a los cursillistas y haciendo que se sientan amados y respetados y sobre todo rehabilitados, como aquel hijo pródigo que ante el Padre Misericordioso, retorna a su casa y a su dignidad, sin importar las circunstancias por las que haya pasado, porque el amor es más fuerte que el pecado y como dijo San Pablo: “Oh feliz culpa que nos trajo tal Redentor”.

Simiente porque esto no puede quedar aquí, esto no puede ser algo maravilloso que hemos vivido, no hemos entrado en la cárcel para una ocasión por muy bonita y maravillosa que pueda ser, no, hemos ido para quedarnos, para vivir y compartir con aquellos hombres y mujeres, para ser con Cristo en medio de ellos, camino, verdad y vida y para eso, después del cursillo nos quedan dos misiones que cumplir:

  1. Primero seguir entre ellos participando en sus vidas como voluntarios de la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia Católica, fomentando sus reuniones de grupo y también sus ultreyas, o sea, creando dentro de sus módulos, de sus celdas y sus patios, núcleos de amigos cristianos, que por la vivencia del evangelio, sean más amigos y más cristianos.
  2. Segundo proclamar la maravilla que Dios ha realizado con nosotros y por nosotros, para que sea fermento para la realización de otros cursillos para privados de libertad en nuestra diócesis y en otras, haciendo posible que en todos los centros penitenciarios, todos aquellos hermanos nuestros puedan sentir el abrazo de Cristo vivo y de su Santísima Madre, que lo es de ellos tanto o más que de nosotros, pues ellos son sus hijos predilectos, ya que, como madre, siempre está más cerca de los hijos que sufren, de los más débiles y enfermos pues, como su Hijo, Ella no ha sido enviada a los justos, sino a los pecadores.

 

“GLORIA A DIOS Y SIEMPRE DE COLORES”

Equipo del Cursillo Nº 1 Privados de libertad

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