EVANGELIO DEL DÍA: Lc 14, 15-24: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente.

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EVANGELIO DEL DÍA:
Lc 14, 15-24: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente.

Uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy nos encontramos con la parábola del gran banquete, donde resalta que el “Amor no es amado” -como decía San Francisco- Dios es el Amor no correspondido, en dicha parábola nos resalta que las puertas del Reino se abren a todos, signo del amor gratuito de Dios.

Y otro de los temas que nos ofrece son: las excusas, las justificaciones… muchas veces somos nosotros mismos los que nos autoengañamos, nos autoexcluimos… No valoramos la gratuidad de la salvación. En el fondo, le estamos dando la negativa a la amistad con Dios. Pensamos que no es importante, que no lo necesitamos, colocamos como prioritario otros intereses, nos ocupamos en otros menesteres u ocupaciones, nos falta tiempo. Sólo el que tiene necesidad de cuidado, de curación, necesidad de amor, tiene hueco para Dios en su vida. Recordemos las palabras de Ntro. Señor: “No he venido para los sanos sino para los enfermos…”. El Señor no pide nada a cambio, nos hace bien a nosotros acoger su invitación, dejarnos amar.

En el ángelus del 12 de octubre de 2014, el Papa Francisco, nos comenta este pasaje evangélico: «En el Evangelio, Jesús nos habla de la respuesta que se da a la invitación de Dios —representado por un rey— a participar en un banquete de bodas. La invitación tiene tres características: la gratuidad, la generosidad, la universalidad. Son muchos los invitados, pero sucede algo sorprendente: ninguno de los escogidos acepta participar en la fiesta, dicen que tienen otras cosas que hacer;[…] Dios es bueno con nosotros, nos ofrece gratuitamente su amistad, nos ofrece gratuitamente su alegría, su salvación, pero muchas veces no acogemos sus dones, ponemos en primer lugar nuestras preocupaciones materiales, nuestros intereses; e incluso cuando el Señor nos llama, muchas veces parece que nos da fastidio. […] Ante el rechazo de los primeros invitados Él no se desalienta, no suspende la fiesta, sino que vuelve a proponer la invitación extendiéndola más allá de todo límite razonable y manda a sus siervos a las plazas y a los cruces de caminos a reunir a todos los que encuentren. Se trata de gente común, pobres, abandonados y desheredados, incluso buenos y malos —también los malos son invitados— sin distinción. Y la sala se llena de «excluidos». El Evangelio, rechazado por alguno, encuentra acogida inesperada en muchos otros corazones.

La bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: por eso el banquete de los dones del Señor es universal, para todos. A todos se les da la posibilidad de responder a su invitación, a su llamada; nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o exigir una exclusiva. […] Todos estamos llamados a no reducir el Reino de Dios a las fronteras de la “iglesita” —nuestra “pequeña iglesita”— sino a dilatar la Iglesia a las dimensiones del Reino de Dios.»

También hoy hacemos memoria de San Martín de Porres, Nació en la ciudad de Lima, Perú, el día 9 de diciembre del año 1579. Martín conoció al Fraile Juan de Lorenzana, quien lo invita a entrar en el Convento de Nuestra Señora del Rosario. San Martín tiene un sueño que Dios le desbarata: «Pasar desapercibido y ser el último». Su anhelo más profundo siempre es de seguir a Jesús. Se le confía la limpieza de la casa; por lo que la escoba será, con la cruz, la gran compañera de su vida. Sirve y atiende a todos, pero no es comprendido por todos. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de «Martín de la caridad”.

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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