EVANGELIO DEL DÍA: Lc 24, 46-53: Mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).

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EVANGELIO DEL DÍA:
Lc 24,46-53: Mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).
Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En este domingo nos encontramos con una fiesta del Señor, donde nos acercamos a dos realidades: su ausencia y su presencia, voy a tomar para la meditación de este día un texto de San Juan Pablo II:

“Con esta fiesta recordamos que Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días (cf. Hch1, 3), al cabo de los cuales, habiéndolos conducido al monte de los Olivos, «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista» (Hch1, 9). El Redentor, resucitado y elevado al cielo, constituye para los creyentes el ancla de salvación y de consuelo en el compromiso diario al servicio de la verdad y de la paz, de la justicia y de la libertad. Al subir al cielo, nos vuelve a abrir el camino hacia la patria celestial, pero no para evadirnos de la historia, sino para infundir esperanza en nuestro camino.

En efecto, debemos afrontar cada día las realidades de este mundo. Nos lo recuerda también la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, que celebramos hoy.

Los progresos más recientes en las comunicaciones y en las informaciones han ofrecido a la Iglesia nuevas posibilidades de evangelización… después de la Ascensión, los discípulos vivieron en el cenáculo, esperando al Espíritu Santo prometido por Cristo. En medio de ellos estaba también María, la Madre de Jesús (Hch1, 14). Mientras nos preparamos para celebrar, el domingo próximo, la solemne fiesta de Pentecostés, invoquemos con María al Espíritu Santo, para que infunda en los cristianos un nuevo impulso misionero y guíe los pasos de la humanidad por la vía de la solidaridad y la paz. (S. Juan Pablo II, Regina Caeli, 12 de mayo 2002).

Feliz domingo, feliz día del Señor, que tengas un buen día.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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