Jn 6,35-40: Yo soy el pan de vida

Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy continuamos con el discurso del Pan de vida. Comienza el pasaje con el ofrecimiento e invitación a acudir al Señor, se ofrece a saciar todos los deseos y aspiraciones del corazón del hombre. “El que viene a mi…”, el que acude a Él, será acogido, Dios pone en el corazón del hombre el deseo de Él, pero es la libertad del ser humano el que puede abrir su corazón a su Palabra o ponerle resistencia, lógicamente la opción que tomemos tendrá consecuencias, para bien o para carencias en nuestras vidas.
El Papa Francisco en el ángelus del 8 de agosto de 2021 nos comenta este pasaje evangélico: “Aplica el símbolo del pan a sí mismo. Dice claramente: «Yo soy el pan de la vida». ¿Qué significa pan de la vida? Para vivir se necesita el pan. Quien tiene hambre no pide comidas refinadas y caras, pide pan. Quien no tiene trabajo no pide sueldos altos, sino el “pan” de un empleo. Jesús se revela como el pan, es decir lo esencial, lo necesario para la vida de cada día, sin Él no funciona. No un pan entre muchos otros, sino el pan de la vida. En otras palabras, nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos: porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba. Es el pan esencial de la vida.
[…] Jesús sabe que el Padre le pide no solo dar de comer a la gente, sino darse a sí mismo, partirse a sí mismo, la propia vida, la propia carne, el propio corazón para que nosotros podamos tener la vida. Estas palabras del Señor despiertan en nosotros el estupor por el don de la Eucaristía. Nadie en este mundo, por mucho que ame a otra persona, puede hacerse alimento para ella. Dios lo ha hecho, y lo hace, por nosotros. Renovemos este estupor. Hagámoslo adorando el Pan de vida, porque la adoración llena la vida de estupor.
[…] Dios se ha hecho hombre por mí, por ti, por todos nosotros, para entrar en nuestra vida. Y le interesa todo de nuestra vida. Podemos hablarle de los afectos, del trabajo, de la jornada, de los dolores y las angustias, de muchas cosas. Le podemos decir todo porque Jesús desea esta intimidad con nosotros. […] Yo soy el pan de la vida. Al menos una vez al día nos encontramos comiendo juntos; […] Sería bonito, antes de partir el pan, invitar a Jesús, pan de vida, pidiéndole con sencillez que bendiga lo que hemos hecho y lo que no hemos conseguido hacer. Invitémosle a casa, recemos de forma “doméstica”. Jesús estará en la mesa con nosotros y seremos alimentados por un amor más grande.”
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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