Jn 8, 51-59: Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre

En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy nos habla de la grandiosidad e importancia de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no nos deja indiferentes, siempre es un aldabonazo, una llamada , un aviso, un toque de atención, una invitación a cambiar algo en nuestras vidas. Tenemos la dicha de contar con el comentario al pasaje evangelico de hoy realizado por el Papa Benedicto XVI en la homilia del 2 de abril de 2009: “[…] al meditar en esta página del Evangelio de san Juan, surge de forma espontánea la consideración de que realmente es muy difícil dar testimonio de Cristo. […] Si las palabras de Cristo permanecen en nosotros, podemos propagar la llama del amor que él ha encendido en la tierra; podemos enarbolar la antorcha de la fe y de la esperanza, con la que avanzamos hacia él, mientras esperamos su vuelta gloriosa al final de los tiempos.”

El evangelio de hoy nos pone delante las malinterpretaciones que le toco sufrir al Señor por parte del pueblo judio, nuestro Señor queriendo entregarles todo un tesoro y experimenta la desconfianza, los recelos y los pensamientos retorcidos, probó grandemente el rechazo ante el bien.

Y por último, acentuar: “Si me glorificará a mí mismo, mi gloria no valdría nada”, el cristiano esta llamado a recorrer todo una camino de anonadamiento, es decir, de vaciamiento para no impedir que la gracia de Dios pueda actuar en él, dejar que sea Dios el que sea glorificado, llegar a la convicción de “conviene que Él crezca y yo disminuya”, es verdad, que hablamos idiomas distintos a los que presenta nuestra cultura, en ese reafirmar tu yo, crecemos en egoísmo, vivimos tan centrados en nuestro yo, que nos incapacitamos para amar, en la medida que seamos más de Dios, seremos más nosotros mismos, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y difícilmente podemos entendernos sin referencia a Él. Para el seguimiento una de las condiciones es “negarte a ti mismo”, el primer problema, suele ser uno mismo.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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