La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchad otra parábola: «Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”. Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

La parábola evangélica de hoy es la de los viñadores homicidas es todo un compendio de la historia de la salvación humana. Se trata de una invitación del Señor a dar frutos según Dios, puesto que se nos ha confiado la viña, el Reino. Así como a los viñadores les fue enviado el hijo del dueño del viñedo, Dios Padre nos envía a cada uno a su Hijo. Y yo, ¿qué hago con Jesús? ¿Qué lugar le doy en mi vida? ¿He llegado alguna vez a echarlo de la viña de mi corazón? ¿Cómo estoy correspondiendo al amor de Dios? El Padre nos envía a su Hijo con gran amor, esperando que le respetemos, que acojamos sus enseñanzas, que obedezcamos su voz. También hoy sigue siendo objeto de rechazo, su cruz es despreciada y sus mandamientos olvidados. El mundo no comprende al cristiano porque no conoce a Dios. Hemos de estar alertas porque el modo de pensar y de vivir actual puede tocarnos y, de hecho, nos influye. Estamos en el mundo y corremos el riesgo de ser absorbidos por él. Ya nos advierte el Papa Francisco: “cuidado con mundanizarnos”.

Tenemos la gran dicha de contar con la catequesis dada por el Papa Benedicto XVI sobre este pasaje evangélico, concretamente, en el ángelus del 2 de octubre del 2011 : “la parábola de los viñadores infieles, a los que un hombre confió su viña para que la cultivaran y recogieran los frutos. El propietario de la viña representa a Dios mismo, mientras que la viña simboliza a su pueblo, así como la vida que él nos da para que, con su gracia y nuestro compromiso, hagamos el bien. San Agustín comenta que «Dios nos cultiva como un campo para hacernos mejores». Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero por desgracia la respuesta del hombre a menudo se orienta a la infidelidad, que se traduce en rechazo. El orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger incluso el don más valioso de Dios: su Hijo unigénito. En efecto, cuando «les mandó a su hijo —escribe el evangelista Mateo— … [los labradores] agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron». Dios se pone en nuestras manos, acepta hacerse misterio insondable de debilidad y manifiesta su omnipotencia en la fidelidad a un designio de amor, que al final prevé también el justo castigo para los malvados.”

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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