Lc 6,20-26: Bienaventurados vosotros cuando…

Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas. 
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos aparece las bienaventuranzas de S. Lucas con sus respectivas lamentaciones o maldiciones. En las Bienaventuranzas se nos pone delante el programa del Reino, cuando el hombre empieza a mirar y a vivir a través de Dios, cuando camina con Jesús, entonces vive con nuevos criterios. Las bienaventuranzas son un compendio del Evangelio, es la carta magna, el programa de vida y el cuestionario de examen al que constantemente tenemos que remitirnos. El Señor es el primero que hace vida la propuesta de dicha y de felicidad, su ejemplo nos ayuda a seguirle, es el Señor nuestra única fuerza.
Contamos con la catequesis dada por el Papa Benedicto XVI en el ángelus del 14 de febrero de 2010: “Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, dice: “Dichosos […] ¿Por qué los proclama dichosos? Porque la justicia de Dios hará que sean saciados, que se alegren, que sean resarcidos de toda acusación falsa, en una palabra, porque ya desde ahora los acoge en su reino. Las bienaventuranzas se basan en el hecho de que existe una justicia divina, que enaltece a quien ha sido humillado injustamente y humilla a quien se ha enaltecido. De hecho, el evangelista san Lucas, después de los cuatro «dichosos vosotros», añade cuatro amonestaciones: «Ay de vosotros, los ricos… Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados… Ay de vosotros, los que ahora reís» y «Ay si todo el mundo habla bien de vosotros», porque, como afirma Jesús, la situación se invertirá, los últimos serán primeros y los primeros últimos”. […] Jesús no propone una revolución de tipo social y político, sino la del amor, que ya ha realizado con su cruz y su resurrección. En ellas se fundan las bienaventuranzas, que proponen el nuevo horizonte de justicia, inaugurado por la Pascua, gracias al cual podemos ser justos y construir un mundo mejor.”
Me voy a detener en el último “Ay” del pasaje evangélico¡Ay de mí!. “¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!”. A todos nos gusta quedar bien, que nos calienten el oido con alabanzas a nuestra persona, -es muy humano-, pero es una gran tentación, podemos creernos que el mérito es nuestro, y eso dificultaría la humildad y posibilitaría  la vanagloria, el orgullo, pecados de soberbia. Y si algún don poseemos que seguro que serán varios los que hemos recibido, hemos de darle gloria a Dios y no robársela.  No debo permitir que el halago sea el motor de mi actuación. Debe estar fundada en una base firme de humildad y de afán de servicio al prójimo y a Dios. El afán del apóstol debe ser dar gloria a Dios, nunca buscar el aplauso de los demás.
También hoy celebramos la memoria de San Juan Crisóstomo. Llamado así por “boca de oro” por su elocuencia, sobresalía por sus cualidades oratorias y su profunda cultura. Importante la predicación en su vida. Su vida estuvo caracterizada por su celo por la fe, renunció a las vanidades del mundo, dedicándose por completo a la meditación, a la oración y al estudio de las Sagradas Escrituras. Ayunaba con mucha frecuencia y pasaba las noches en vigilia para orar y meditar. Su fama fue creciendo y cada vez eran más los que acudían a escucharlo. Se sabe que con sus predicaciones se convirtieron miles de personas, por lo que llegó a ser conocido como uno de los grandes predicadores de su tiempo. Pio X lo proclamo patrón de los predicadores y Juan XXIII patrono del Concilio.
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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