Lc 7, 11-17: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos aparece la compasión del Señor, siente  lastima, condolencia y ternura por la viuda que ha perdido a su hijo y por eso quiere realizar el prodigio de devolver a la vida al muchacho. La compasión lleva a intervenir al Señor. Nosotros también como el hijo de la viuda de Naím podemos escuchar la voz de Cristo que nos invita a levantarnos de nuestras postraciones, abatimientos y desánimos. Si el corazón se deja tocar por Cristo, entonces su gracia se convierte en una fuerza transformante, que sana y restablece lo que estaba enfermo.
En el mensaje de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2020 (XXXV) Papa Francisco profundiza en el pasaje evangélico con el lema para las jornadas: ““¡Joven, a ti te digo, levántate!” 
Queridos jóvenes:
[…] Este pasaje nos cuenta cómo Jesús, entrando en la ciudad de Naín, en Galilea, se encontró con un cortejo fúnebre que acompañaba a la sepultura a un joven, hijo único de una madre viuda. Jesús, impresionado por el dolor desgarrador de esa mujer, realizó el milagro de resucitar a su hijo. Pero el milagro llegó después de una secuencia de actitudes y gestos: «Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores”. Y acercándose al féretro, lo tocó (los que lo llevaban se pararon)» (Lc 7,13-14). Detengámonos a meditar sobre alguno de estos gestos y palabras del Señor.
Ver el dolor y la muerte.
 Jesús puso su mirada atenta, no distraída, en ese cortejo fúnebre. En medio de la multitud percibió el rostro de una mujer con un sufrimiento extremo. Su mirada provocó el encuentro, fuente de vida nueva. No hubo necesidad de muchas palabras.
Y mi mirada, ¿cómo es?[…] también en nuestro interior, encontramos realidades de muerte: física, espiritual, emotiva, social. ¿Nos damos cuenta o simplemente sufrimos las consecuencias de ello? ¿Hay algo que podamos hacer para volver a dar vida?
Pienso en tantas situaciones negativas vividas por vuestros coetáneos.[…] Cuántas situaciones en las que reina la apatía, en las que caemos en el abismo de la angustia y del remordimiento. Cuántos jóvenes lloran sin que nadie escuche el grito de su alma. […] Las actitudes negativas también pueden ser provocadas por los fracasos personales, cuando algo que nos importaba, para lo que nos habíamos comprometido, no progresa o no alcanza los resultados esperados. Puede suceder en el ámbito escolar, con las aspiraciones deportivas, artísticas… El final de un “sueño” puede hacernos sentir muertos. Pero los fracasos forman parte de la vida de todo ser humano, y en ocasiones pueden revelarse también como una gracia. Muchas veces, lo que pensábamos que nos haría felices resulta ser una ilusión, un ídolo. Los ídolos pretenden todo de nosotros haciéndonos esclavos, pero no dan nada a cambio. Y al final se derrumban, dejando sólo polvo y humo. En este sentido los fracasos, si derriban a los ídolos, son una bendición, aunque nos hagan sufrir.
Podríamos seguir con otras condiciones de muerte física o moral en las que un joven se puede encontrar, como las dependencias, el crimen, la miseria, una enfermedad grave… […] Al mismo tiempo, recordemos que aquel muchacho del Evangelio, que estaba verdaderamente muerto, volvió a la vida porque fue mirado por Alguien que quería que viviera. Esto puede suceder incluso hoy y cada día.
Tener compasión
Con frecuencia, las Sagradas Escrituras expresan el estado de ánimo de quien se deja tocar “hasta las entrañas” por el dolor ajeno. La conmoción de Jesús lo hace partícipe de la realidad del otro. Toma sobre sí la miseria del otro. El dolor de esa madre se convierte en su dolor. La muerte de ese hijo se convierte en su muerte.
En muchas ocasiones los jóvenes demostráis que sabéis con-padecer. Es suficiente ver cuántos de vosotros se entregan con generosidad cuando las circunstancias lo exigen. No hay desastre, terremoto, aluvión que no vea ejércitos de jóvenes voluntarios disponibles para echar una mano. […] Queridos jóvenes: No os dejéis robar esa sensibilidad. Que siempre podáis escuchar el gemido de quien sufre; dejaos conmover por aquellos que lloran y mueren en el mundo actual. «Ciertas realidades de la vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas» (Christus vivit, 76). Si sabéis llorar con quien llora, seréis verdaderamente felices. Muchos de vuestros coetáneos carecen de oportunidades, sufren violencia, persecución. Que sus heridas se conviertan en las vuestras, y seréis portadores de esperanza para este mundo. Podréis decir al hermano, a la hermana: “Levántate, no estás solo”, y hacer experimentar que Dios Padre nos ama y que Jesús es su mano tendida para levantarnos.
Acercarse y “tocar”
Jesús detiene el cortejo fúnebre. Se acerca, se hace prójimo. La cercanía nos empuja más allá y se hace gesto valiente para que el otro viva. Gesto profético. Es el toque de Jesús, el Viviente, que comunica la vida. Un toque que infunde el Espíritu Santo en el cuerpo muerto del muchacho y reaviva de nuevo sus funciones vitales.
Ese toque penetra en la realidad del desánimo y de la desesperación. Es el toque de la divinidad, que pasa también a través del auténtico amor humano y abre espacios impensables de libertad, dignidad, esperanza, vida nueva y plena. La eficacia de este gesto de Jesús es incalculable. Esto nos recuerda que también un signo de cercanía, sencillo pero concreto, puede suscitar fuerzas de resurrección.
Sí, también vosotros jóvenes podéis acercaros a las realidades de dolor y de muerte que encontráis, podéis tocarlas y generar vida como Jesús. Esto es posible, gracias al Espíritu Santo, si vosotros antes habéis sido tocados por su amor, si vuestro corazón ha sido enternecido por la experiencia de su bondad hacia vosotros. Entonces, si sentís dentro la conmovedora ternura de Dios por cada criatura viviente, especialmente por el hermano hambriento, sediento, enfermo, desnudo, encarcelado, entonces podréis acercaros como Él, tocar como Él, y transmitir su vida a vuestros amigos que están muertos por dentro, que sufren o han perdido la fe y la esperanza.
“¡Joven, a ti te digo, levántate!”
El Evangelio no dice el nombre del muchacho que Jesús resucitó en Naín. Esto es una invitación al lector para que se identifique con él. Jesús te habla a ti, a mí, a cada uno de nosotros, y nos dice: «¡Levántate!». Sabemos bien que también nosotros cristianos caemos y nos debemos levantar continuamente. Sólo quien no camina no cae, pero tampoco avanza. Por eso es necesario acoger la ayuda de Cristo y hacer un acto de fe en Dios. El primer paso es aceptar levantarse. La nueva vida que Él nos dará será buena y digna de ser vivida, porque estará sostenida por Alguien que también nos acompañará en el futuro, sin dejarnos nunca, ayudándonos a gastar nuestra existencia de manera digna y fecunda.
Es realmente una nueva creación, un nuevo nacimiento.
La nueva vida “de resucitados”
El joven, dice el Evangelio, «empezó a hablar» (Lc 7,15). La primera reacción de una persona que ha sido tocada y restituida a la vida por Cristo es expresarse, manifestar sin miedo y sin complejos lo que tiene dentro, su personalidad, sus deseos, sus necesidades, sus sueños. Tal vez nunca antes lo había hecho, convencida de que nadie iba a poder entenderla.
Hablar significa también entrar en relación con los demás. Cuando estamos “muertos” nos encerramos en nosotros mismos, las relaciones se interrumpen, o se convierten en superficiales, falsas, hipócritas. Cuando Jesús vuelve a darnos vida, nos “restituye” a los demás (cf. v. 15).
[…] “Levántate” significa también “sueña”, “arriesga”, “comprométete para cambiar el mundo”, enciende de nuevo tus deseos, contempla el cielo, las estrellas, el mundo a tu alrededor. “Levántate y sé lo que eres”.
Queridos jóvenes: ¿Cuáles son vuestras pasiones y vuestros sueños? Hacedlos surgir y, a través de ellos, proponed al mundo, a la Iglesia, a los otros jóvenes, algo hermoso […] De otro joven escuché: “Si Jesús hubiese sido uno que no se implica, que va sólo a lo suyo, el hijo de la viuda no habría resucitado”.
La resurrección del muchacho lo reúne con su madre. En esta madre podemos ver a María, nuestra Madre, a quien encomendamos a todos los jóvenes del mundo. En ella podemos reconocer también a la Iglesia, que quiere acoger con ternura a cada joven, sin excepción.”
Picture of Jesús Aguilar Mondéjar
Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

WhatsApp
Facebook
Email
Picture of Cursillos de Cristiandad Diócesis de Cartagena
Cursillos de Cristiandad Diócesis de Cartagena

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
¿Hablamos?
Cursillos de Cristiandad - Murcia
Contáctanos si necesitas algo 😊