Mc 1, 40-45: Si quieres, puedes limpiarme

Se le acerca un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy nos encontramos con el encuentro de Ntro. Señor con un enfermo, “el Evangelio nos muestra lo que hace Dios ante nuestro mal: Dios no viene a «dar una lección» sobre el dolor; no viene tampoco a eliminar del mundo el sufrimiento y la muerte; viene más bien a cargar sobre sí el peso de nuestra condición humana, a conducirla hasta sus últimas consecuencias, para liberarnos de modo radical y definitivo. Así Cristo combate los males y los sufrimientos del mundo: haciéndose cargo de ellos y venciéndolos con la fuerza de la misericordia de Dios.” (P. Francisco, ángelus 15 febrero 2015) y Nuestro Señor aparece como el médico que necesitamos, el que nos sana, nos cura, nos libera de todo mal, tanto físico, como psíquico, como espiritual. Es el Señor quien nos libera y quien nos salva.

El leproso aparece adoptando una postura de respeto, adoración, suplica y poniéndose de rodillas clamando al Señor: “Si quieres, puedes limpiarme”. Toda una oración humilde y confiada -“Si quieres”-, esta poniendo su sanación en manos del Señor, – Si te parece bien, si conviene, si es lo mejor- esta poniendo su sufrimiento en manos de quien lo puede sanar, y lo pone con confianza, “puedes limpiarme”, humildad, respeto, pero una gran confianza. Nos recuerda la petición salida de los labios del Señor cuando se encontraba en Getsemaní orando al Padre, sabiendo que el Padre todo lo puede, manifestando su deseo: “Aparta de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Tiene paralelismo con el enfermo, en definitiva es poner en manos de Dios nuestra vida, nuestra salud, nuestra enfermedad, nuestro tiempo, nuestra persona… no se haga lo que yo quiero sino lo que quieres tú. No es querer lo que creo que es lo mejor para mí, sino entrar en la voluntad de Dios, adherirme a sus planes y desearlos antes que los que yo creo mejor. Es mirar los acontecimientos con mirada de fe. Confiar que nuestra vida esta en sus manos, confiar que el Señor quiere mi bien, desea purificarme en el crecimiento del amor.

Otro detalle es contemplar a Ntro. Señor diciéndole: QUIERO, queda limpio. Aprendamos del Señor a tener una mirada de amor para cada uno, Él no margina sino que vuelve a integrar en la comunidad. QUIERO. El Señor no excluye a nadie. Ni se escaquea en su lucha contra el mal, el sufrimiento, el dolor de sus semejantes. Jesucristo ama a cada hombre. Lucha contra el mal, porque ama al hombre, a cada hombre, aunque sea un pecador. Que gran lección: QUIERO, queda limpio. Que también nosotros podamos ser instrumento de ayuda a otros para salir de sus males, esclavitudes, sufrimientos, dolores y un largo etc… que esta doble fuerza : con no querer perder a los salvados y con el deseo de salvar a los perdidos sea nuestro celo de llegar a todos, sin excluir a nadie. La salvación es para todos.

Traigo a nuestra meditación una parte de la homilia del Papa Francisco sobre este pasaje evangélico, dada el 15 de febrero de 2015: “El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero; […] es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro que dice: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Curando al leproso, Jesús no hace ningún daño al que está sano, es más, lo libra del miedo; no lo expone a un peligro sino que le da un hermano; no desprecia la Ley sino que valora al hombre, para el cual Dios ha inspirado la Ley. En efecto, Jesús libra a los sanos de la tentación del «hermano mayor» y del peso de la envidia y de la murmuración de los trabajadores que han soportado el peso de la jornada y el calor.
En consecuencia: la caridad no puede ser neutra, aséptica, indiferente, tibia o imparcial. La caridad contagia, apasiona, arriesga y compromete. Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita. La caridad es creativa en la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con aquellos que son considerados incurables y, por lo tanto, intocables. Encontrar el lenguaje justo… El contacto es el auténtico lenguaje que transmite, fue el lenguaje afectivo, el que proporcionó la curación al leproso. ¡Cuántas curaciones podemos realizar y transmitir aprendiendo este lenguaje del contacto! Era un leproso y se ha convertido en mensajero del amor de Dios. Dice el Evangelio: «Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho».
[…] Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe, o que se declaran ateos; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso – de cuerpo o de alma -, que está discriminado.”

Tal día como hoy se cumple 166 años, ya que el 11 de Febrero de 1858, la Bienaventurada Virgen María se apareció en la gruta de Masabielle, Lourdes, a una joven llamada Bernardita. La vida de Bernardita no sería nunca igual, la Inmaculada había venido con el rosario en sus manos, con un mensaje de conversión y de bondad, sugiriendo la construcción de una ermitica, un Santuario, un hogar en donde acoger a sus hijos y para prodigar ahí, consuelo y sanación, especialmente para los que sufren y para los enfermos.

Es domingo, día del Señor, día para participar de la Eucaristía y encontrarnos con su Palabra que nos la regala para vivir esta semana y se nos da cómo alimento, recuerda que el que me come –nos dice- tiene vida, y vida eterna.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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