EVANGELIO DEL DÍA Jn 10,11-18: Yo soy el Buen Pastor.

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EVANGELIO DEL DÍA
Jn 10,11-18: Yo soy el Buen Pastor.

Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy se nos presenta el Señor como el Buen Pastor. Acudimos para las pistas de meditación a la homilia del 7 de mayo de 2006, donde el Papa Benedicto XVI comentaba este mismo pasaje:

“El evangelio que hemos escuchado en este domingo es solamente una parte del gran discurso de Jesús sobre los pastores. En este pasaje, el Señor nos dice tres cosas sobre el verdadero pastor:  da su vida por las ovejas; las conoce y ellas lo conocen a él; y está al servicio de la unidad. […] La primera, que con gran fuerza impregna todo el discurso sobre los pastores, dice:  el pastor da su vida por las ovejas. El misterio de la cruz está en el centro del servicio de Jesús como pastor:  es el gran servicio que él nos presta a todos nosotros. Se entrega a sí mismo, y no sólo en un pasado lejano. En la sagrada Eucaristía realiza esto cada día, se da a sí mismo mediante nuestras manos, se da a nosotros.[…]  A partir de esto aprendemos también qué significa celebrar la Eucaristía de modo adecuado:  es encontrarnos con el Señor, que por nosotros se despoja de su gloria divina, se deja humillar hasta la muerte en la cruz y así se entrega a cada uno de nosotros. […] La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, y no solamente en el modo del martirio. Debemos darla día a día. Debo aprender día a día que yo no poseo mi vida para mí mismo. Día a día debo aprender a desprenderme de mí mismo, a estar a disposición del Señor para lo que necesite de mí en cada momento, aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes. Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser. Precisamente así, siendo útiles, siendo personas necesarias para el mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. Sólo quien da su vida la encuentra.

En segundo lugar el Señor nos dice:  «Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre». En esta frase hay dos relaciones en apariencia muy diversas, que aquí están entrelazadas:  la relación entre Jesús y el Padre, y la relación entre Jesús y los hombres encomendados a él. Pero ambas relaciones van precisamente juntas porque los hombres, en definitiva, pertenecen al Padre y buscan al Creador, a Dios. […] es importante entender este «conocer» a los demás en el sentido bíblico:  no existe un verdadero conocimiento sin amor, sin una relación interior, sin una profunda aceptación del otro. El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas con el corazón. Pero a esto sólo podemos llegar si el Señor ha abierto nuestro corazón, si nuestro conocimiento no vincula las personas a nuestro pequeño yo privado, a nuestro pequeño corazón, sino que, por el contrario, les hace sentir el corazón de Jesús, el corazón del Señor. Debe ser un conocimiento con el corazón de Jesús, un conocimiento orientado a él, un conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo así libre y abierto. Así también nosotros nos hacemos cercanos a los hombres. Pidamos siempre de nuevo al Señor que nos conceda este modo de conocer con el corazón de Jesús, de no vincularlos a mí sino al corazón de Jesús, y de crear así una verdadera comunidad.

Por último, el Señor nos habla del servicio a la unidad encomendado al pastor:  «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor». […] Se revela la relación entre cruz y unidad; la unidad se paga con la cruz. Pero sobre todo aparece el horizonte universal del actuar de Jesús. […] Tiene por cometido la solicitud universal, debe preocuparse por todos y de todos.”

La preocupación por todos nos hace responsables de nuestros hermanos. ¿Qué hago por los que el Señor pone en mi camino? Los cristianos tenemos la gran responsabilidad de ser instrumento del Señor para que lo conozcan y lo amen, colaborar en la misión de Cristo, que nadie se pierda, “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a estas las tengo que traer”. La fe no se impone pero se propone, -nos decía a los jóvenes en cuatro vientos el Papa San Juan Pablo II en su última visita a España-, el discípulo no debe cruzarse de brazos mientras hermanos suyos anden errantes, fatigados y sin esperanza, y mucho menos, cuando el discípulo ha tenido la dicha de encontrar “la perla preciosa”, “el tesoro”, ese amor que se derrama y se ofrece por el perdón de los pecados en la Cruz para la salvación de todos los hombres. Todos son nuestros hermanos, incluso, los que no lo saben que lo son, los que no lo conocen, los que nos puedan criticar, los que no lo aman… por ellos, derramó su sangre y mostró su perdón, “no saben lo que hacen”.

Unido al domingo del Buen Pastor la iglesia celebra la jornada de oración por las vocaciones, pidamos al Señor por nuestros pastores -Papa, Obispos, sacerdotes-, por los  seminaristas, por su perseverancia y por las nuevas vocaciones para que no nos falten; por los jóvenes, para que escuchen y tengan sus oídos abiertos a cualquier tipo de vocación de especial consagración, que venzan sus miedos y no se resistan a lo que Dios puede hacer en ellos, será algo grande y fuente de bendición para los demás. Que el Señor nos bendiga con vocaciones santas.

Feliz día del Señor, feliz domingo. Que tengas un buen día.

Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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