EVANGELIO DEL DÍA Jn 14, 27-31: La paz os dejo, mi paz os doy

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EVANGELIO DEL DÍA
Jn 14, 27-31: La paz os dejo, mi paz os doy

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo. Levantaos, vámonos de aquí.

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy el Señor nos ofrece la PAZ. La paz a la que se refiere es el resultado de una unión íntima con Él. Es un fruto de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas, y que hay que pedir en la oración humilde.

En las homilías matutinas de Santa Marta, concretamente, el 20 de mayo de 2014, comenta este pasaje evangélico el Papa Francisco: “La verdadera paz es una persona: el Espíritu Santo. Y es «un don de Dios» que hay que acoger y custodiar, […] advirtió Jesús, «está claro que mi paz no es la que da el mundo». Es, en efecto, «otra paz»; ¿cómo es «la paz que nos da el mundo?». La paz del mundo, «es un poco superficial», es «una paz que no llega al fondo del alma». Por ello, «es una paz» que procura una «cierta tranquilidad y también un cierto gozo», pero sólo «hasta un cierto nivel». […] «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo». La paz que da Jesús, «es una persona, es el Espíritu Santo», es «un gran regalo». Porque «cuando el Espíritu Santo está en nuestro corazón, nadie puede quitar la paz.

¡Ninguno! ¡Es una paz definitiva!». Debemos «custodiar esta paz».

Quizás uno de los regalos más grandes. La paz profunda en el corazón que hace que el hombre, aun en medio da las más duras pruebas, no se sienta turbado ni con miedo. La paz de Dios es una paz diferente a la que de ordinario se busca. Es un don divino que produce en el cristiano la certeza de la presencia de Dios y de la ayuda divina. No es una paz artificial producto del no afrontar nuestras responsabilidades y compromisos. Un rostro sereno en medio de una tormenta, de una crisis, es la mejor señal de la presencia de Dios en él. Es una paz que se consigue haciendo la guerra a nuestro egoísmo a fin de dar espacio al Espíritu, para que éste crezca en nosotros y nos pacifique interiormente. Pidámosle al Señor esta paz, la paz que hace de nuestra vida, preámbulo del cielo.

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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